jueves, 27 de marzo de 2014

Porque a las tres de la mañana no pasa nada

De par en par ha abierto sus ojos, tan agudos como los de un gato habituado a la oscuridad, para escabullirse en la falta de luz y de ruido de su apartamento a las tres de la mañana.

 ¿Por qué a las tres?– Le pregunté alguna vez a tan singular personaje…

Porque a las tres de la mañana no pasa nada– responde Andrés, sin la menor duda.

Alguna suerte de reloj interno ha poseído a este sujeto, pues no erra más de 5 minutos la hora que algún destino o "ser superior" ha designado para su pernoctar. Se levanta con suavidad, descalzo, de su cama. Hasta la gata parece estar dormida. Como siempre, observa con detenimiento que no haya alguien deambulando cerca mientras abre suavemente la puerta de su alcoba. Verifica al salir que, a su derecha, la puerta de  la alcoba principal (donde están su madre y su padrastro) esté cerrada. Se dirige con lentitud al frente, por el pasillo, luego a la izquierda en dirección al balcón haciendo uso de todo el tiempo que desee, bien sea por capricho o motivado por su amor al sigilo, con la cajetilla de cigarrillos encaletada en el bolsillo derecho de la pantaloneta con la que duerme. Le encantan los Malboro rojos, pero a falta de dinero esta semana anda fumando Boston, que no saben ni a la mitad por más fuerte que se aspire. Andrés es de esos que carga el encendedor dentro de la cajetilla aunque esta se deforme un poco; es en lo único que puede tolerar el desorden.

Justo al lado del balcón, está el bifé de madera de guayacán que venía en el juego mobiliario de recién casados de sus padres. En el segundo cajón de arriba a abajo, se encuentran el cuadernito, el borrador desgastado y el portaminas 0.7mm con minas 2B con el que él suele pasar el rato diseñando edificios, dibujando parques y jardines imaginarios con los que sueña despierto, porque de sus sueños nada recuerda, excepto uno que es repetitivo.

Dibuja con esmero sentado en la silla plástica del balcón con ayuda de la luz blanca del bombillo de 25 Watts ahorrador que lo ilumina desde el techo. Siempre dibuja de izquierda a derecha. Nunca ha necesitado de más regla que su pulso de cirujano y sus ojos atentos. Prende el primero, aspira con levedad mientras se extravía en el recuerdo de una ocasión en que él preguntó en clase si alguien le prestaba una regla para hacer un examen y escuchó que le respondieron “¡vos sos la regla!”, cosa que le causó mucha gracia a pesar de no entender por qué, ni saber quién se lo había dicho. Riendo aun a carcajadas, cuando pregunta por quién le había dado tan singular respuesta, resultó que sólo él la había escuchado. En ese entonces no sólo se asustó, también consideró posible estar alucinando, siendo él un amante lúdico del LSD en aquella época. Suspira y sonríe con una suavidad cómplice: –“sí, yo soy la regla”– dice para sí.

Continúa hablándose con voz suave:

Andrés, ¿hoy andás de buen humor no? Te sentís especialmente tranquilo. Me fumaré tan sólo uno, si mucho dos…pero no más, para disfrutarlos; estoy feliz, ni siquiera la gata vino, por fin, silencio absoluto.

En ese instante recuerda que, en las profundidades del mismo cajón del bifé, están guardados dos Malboro rojos que le habían sobrado de una cajetilla que la lluvia y el trajín destruyó en su mochila hace un mes, pero los cigarrillos estaban intactos. Los toma con delicadeza y los guarda en la cajetilla de Boston, uno al lado del otro y puestos en sentido contrario a los demás, para diferenciarlos. Siempre que lleva a cabo esta operación, se toma un momento para mirar la publicidad amarillista de la cajetilla azul y blanca, esa que dice que te va a pasar algo horrible por fumar, y exhalando humo dice “si, es que quiero morirme un poquito cada día, con esto sólo me aseguro de que así sea”.

Es un buen estudiante de arquitectura, reconocido entre los profesores y sus compañeros, con muchas ideas bastante novedosas y con un notable talento. Cuando le preguntan que de dónde se sacó sus diseños o qué lo inspiró, él suele mentir diciendo que se los sacó de sus sueños pues siempre los hace justo a las 3 de la mañana en el balcón y a pulso, pero él mismo sabe que no tiene idea de dónde han salido, porque el único sueño al que él asiste en su mente se repite una y otra vez y no tiene nada que ver con diseños arquitectónicos.

Yo soy estudiante de psicología, así que una vez me lo narró para que yo se lo interpretara. Yo no tenía mucha idea de cómo hacerlo, pero igual me divertía mucho escucharlo hablar de esas cosas.  En ese entonces, hace dos años más o menos, esto fue lo que me relató:

Pues parce –me dijo con tono franco, mirándome a los ojos justo antes de exhalar el Boston que ese día se fumaba–, el sueño es que yo estoy en mi cuarto, a veces el de ahora, otras en el de chiquito… estoy acostado y como que escucho un ruido de algo que rechina pero me quedo quieto, con los ojos cerrados. Luego algo suena, un golpe contra algo sólido, abro los ojos, miro al techo asustado… y hay algo dibujado en él, pero nunca recuerdo qué es lo que hay ahí; debe ser porque es de noche y está oscuro.

Me levanto y me acerco lentamente a mi puerta, la abro verificando que no haya nadie ahí. Siempre he vivido en el mismo edificio, así que el apartamento me lo sé de memoria. Aun sin ver bien, puedo guiarme en la oscuridad.

Cuando salgo del cuarto todo comienza a sonar más duro. El rechinar es mucho más fuerte y los golpes contra la pared son como si alguien estuviera martillando, pues, como con esos martillos gruesos de construcción, o dándole puños a una pared una y otra vez, rítmicamente: «tump-tump-tump-tump…», como golpes secos, una y otra vez.

Miro para todos los lados con miedo a que sean ladrones, pero no son… y escucho que el ruido viene del cuarto de mis padres. Cuando miro hacia allá, la puerta está cerrada pero escucho gente hablar: una voz gruesa dice algo y la otra, como de una mujer, se escucha gritar de dolor pero tapada o ahogada por algo; como cuando en las películas asfixian a alguien con una almohada. Y en ese instante siento una presión horrible en el pecho, como si se me fueran a salir los pulmones, y dejo de respirar. La voz de la mujer se me parece a la de Olga; pues, mi mamá. Yo no sé por qué le digo así. Bueno…

Aun muy asustado, toco la manija de la puerta para abrir y ver qué hay adentro. A veces la puerta ni siquiera está cerrada, sino que está apenas entreabierta, pero igual la empujo desde la manija. La giro con tanta suavidad como puedo y abro la puerta con lentitud, para no hacer nada de ruido… y en ese instante, me despierto llorando o gritando… o ambas. Nunca lo he podido entender. ¿Vos qué podés interpretar de eso?

No sé si debí decirle más que eso en ese momento; ahora que he estudiado un poco más creo que sí. Sólo le pregunté qué pensaba él que podría haber tras esa puerta y él respondió: –“viejo, no sé, de pronto algo horrible, o de pronto nada”.

 ¿Por qué? –le pregunté.

Porque me asusto mucho, pero uno a veces se asusta de lo que desconoce. ¿Aunque sabés qué?... Ahora que me acuerdo, a veces abro esa puerta en el sueño y encuentro una habitación vacía, totalmente blanca, pero distinta a la de mis padres: sin muebles, sin cama, mucho más grande, sin nada ni nadie por dentro; no hay nada allí.

– ¿Y te despertás igual?

– ¡Noh! ¿Si vieras güevón? Esas son las veces más raras porque también tengo un orgasmo. ¡Ah! Y también recuerdo que más chiquito, como a los 10 o 12, me orinaba en la cama cuando tenía ese sueño.

Él siempre ha hablado así, sin vacilar, como si las palabras se lanzaran al vacío desde su boca o, más bien, como si él las sacara a las patadas. En aquella época ya habíamos sido amigos por mucho tiempo, al menos 6 años.

Finalmente se aproxima a concluir su dibujo y al final del primer Malboro, cuya colilla lanza por el balcón siguiendo la trayectoria de la del Boston inmediatamente anterior. Saca el segundo Malboro de la cajetilla y lo coloca sobre la mesita que hay justo al lado derecho de la silla, donde reposa el borrador. Esta vez ha diseñado un edificio absolutamente maravilloso, tanto así que hasta él mismo, por primera vez en su vida, se siente orgulloso de su trabajo. Es un diseño original y aparentemente realizable, sumamente estético a la vista, bien resuelto y "funcional" –como dicen los arquitectos–. Frente al edificio dibujó, para adornar, un parquesito con juegos infantiles que, aunque le resulta muy familiar, no recuerda donde lo habrá visto, pero no le presta importancia a este detalle.

Va de izquierda a derecha terminando de hacer luces y sombras en las ventanas del edificio, para que la estructura de 12 pisos se vea menos monótona. Dejó de último el décimo piso por algún capricho de esos que le dan a esa hora y, al terminar de hacer el brillo de la última ventana del décimo piso (la derecha), abre sus ojos de par en par a poco de desorbitarse, inhala con fuerza abriendo sus fosas nasales, se le eriza la piel, abre un poco su boca, acerca lentamente sus manos a su rostro… y dice sorprendido:

 ¡Doble negación! –poco le faltó para gritarlo– “A las tres de la mañana no pasa nada”, ¡eso quiere decir que si pasa algo!

Acto seguido, posa su mirada en el dibujo hasta fijarse en la ventanita de la derecha a la altura del décimo piso. Estático, se va perdiendo con suavidad en un ensueño profundo, como hipnotizado. Al igual que en el edificio donde vive, en cada piso del dibujo hay un ventanal a la izquierda, que corresponde al balcón donde él se encuentra con la luz prendida; hay también una ventana en el centro y una última ventana a la derecha del piso, correspondiendo a su cuarto y a la alcoba principal, respectivamente.

Al día siguiente lo encontramos temprano en el parquesito que hay justo al frente a su edificio. Se lanzó desde su balcón en el décimo piso, con todo y dibujo. Sólo dejó arriba el borrador desgastado junto al portaminas 0.7mm con minas 2B  y el Malboro que no se fumó, puestos todos sobre la mesita al lado de la silla, mirando en el mismo sentido. Ya manchado por su sangre, se veía en su cuadernito el hermoso diseño del edificio que curiosamente estaba acompañado por un bosquejo del parquesito en el que cayó. Al lado derecho del diseño se leía, escrito a mano con grafito, pintado por la sangre y sucio de sus restos: “a las 3 de la mañana, yo los vi. Mi padrastro estaba violando a mi mamá y ella... ella lo estaba disfrutando”.

Yo estaba atónito de ver esa escena. Por su parte, Natalia, sin conmoverse, dijo: –“¡Eh!  ¡Pero el hijueputa además de hacer semejante reguero en el piso, volvió mierda los cigarrillos…!”–. Así se quejaba del modo más bullicioso posible, como siempre, mientras intentaba recoger con cuidado, sin ensuciarse mucho, la cajetilla de Boston aplastada y ensangrentada. Tras tener la cajetilla en sus manos, verifica el estado de los 5 cigarrillos restantes, que estaban ensangrentados pero razonablemente bien. Natalia concluye diciendo: –“Uno de estos días, me lo fumaré. ¿Vos querés uno?” –me preguntó.

Dame dos, por favor.




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*Notas:

  • Pernoctar: (Del lat. pernoctāre). Pasar la noche en determinado lugar, especialmente por fuera del propio domicilio (RAE).
  • Pernoctámbulo(a): Aquel o aquella que pernocta en constante deambulación, motivado por la agitación e inquietud emocional, con posible correlato motor, cognitivo y orgánico en los casos mas intensos. Es la palabra, el neologismo, que dio origen a este texto; es la palabra que, a mi juicio, mejor podría describir a Andrés... Andrés es un pernoctámbulo.



[Escrito: jueves 27/03/2014]
[Última revisión: jueves 15/05/2014]

Dispariedad

–El sexo –dice él con vehemencia – es una metáfora que se entabla sin fondos y con más trasfondos de los que imaginamos. Una de esas que se escriben sin palabras y que siempre queda cortas a la hora de cobrarlas en la realidad. ¡Es que no hay relación sexual! Le creo a Lacan. Soler es más suave con eso.

–Sergio, –dice ella con seriedad– cuando Soler decía que no había proporción sexual, no creo que se estuviera refiriendo a que vos y yo pudiéramos estar juntos.

–Nata, no sabía que te fuera a disgustar tanto que yo fuera gay.

–No me disgusta, de hecho me alegra mucho que me cuentes. Lo que me deja intranquila es que te des cuenta de eso tras intentar penetrarme…

–¡Si ves! No hay proporción sexual, no somos iguales vos y yo, no nos tenemos que dar cuenta de lo mismo al mismo tiempo. A eso me refería.

–Sergio, cuando Colette Soler dice eso dudo que se refiera a que está bien que vos imagines penetrar a mi hermanito estando conmigo. ¡No quiero volver a darme la vuelta con vos!

–Creo que los dos estaremos de acuerdo en que él es un bebé.

[Escrito: lunes 10/02/2014]

miércoles, 26 de marzo de 2014

Pensar el enfoque Psicosocial

Este semestre he estado participando en la universidad, ya por segunda ocasión, de un seminario llamado Intervención Psicosocial con el que cierro con brillante broche el tema de lo social en el pregrado de Psicología. En esta ocasión lo dirige un docente que está relativamente por fuera del grupo de docentes que habían llevado hasta ahora la insignia de lo “Psicosocial y sociocultural” en la facultad, pero que no por eso dejan de tener algún tipo de vínculos ideológicos entre ellos que no sólo desconozco, sino que me interesa no conocer, por mi propia salud mental. El caso es que este docente, con una perspectiva renovada del tema, nos ha recomendado lecturas con un vasto contenido que se han podido confrontar en el seminario con las discusiones en las que él mismo participa y nos brinda su punto de vista, de modo que nos han permitido darle una nueva mirada al aclamado enfoque Psicosocial..

A lo largo de las lecturas, ha quedado en evidencia no sólo en mi concepto, sino en el de otros estudiantes, que este enfoque además de tener un especial cuidado por el tema socio-cultural-histórico y contextual, también dedica la mayor parte de sus textos a hacer crítica de un paradigma científico positivista clásico que ya está caduco (cosa que ya muchos saben, incluso la gran mayoría de los mismos cientificistas), también a hacer crítica de modos de intervención que terminan por hacer más daño que reparación en el tejido social (acción con daño), y a proponer metodologías de acción o intervención que tengan en cuenta lo que el enfoque cientificista no incluye, y que puedan actuar o intervenir de un modo que no destruya el tejido social o re-victimice. En otros sectores textuales, hasta ahora más reducidos, proponen algunos conceptos que permitan la re-lectura de algún fenómeno, pero sólo en cuanto se contrapone a algún concepto que le atribuyen a los desarrollos conceptuales positivistas. Finalmente, también hay amplias revisiones de procesos históricos en comunidades específicas y recuentos detallados de intervenciones que van de acuerdo a los lineamientos de una acción sin daño en su literatura.

Así, no parece quedarnos claro qué exactamente es el enfoque Psicosocial más allá de lo que se pueda incluir y tener en cuenta de una mirada más social, cultural, contextuada y orientada a ciertos fines (reparación, derechos humanos…) en el marco metodológico de algún proceso investigativo o interventivo específico. Es esto lo que me he permitido llamar la Metodolatría Psicosocial, pues intentan traer a tierra una gran cantidad de discusiones teóricas, epistemológicas y ontológicas –que ya son suficientemente difusas en sí mismas–  a través de la conformación de una u otra metodología siendo esta la que encarna la “Psicosocialidad” del proceso, pero tal transpolación se queda sumamente corta a la hora de integrar las ideas con las prácticas, haciendo caso omiso al platonismo que habita en esto, pero que no es el tema de este texto.

Tras pensarlo con seriedad, he llegado a la conclusión de que el gran motivo de la Metodolatría Psicosocial –que es, curiosamente, del mismo tamaño que la positivista clásica– pareciera surgir de la imposibilidad de hacer mediar de un modo sintético, coherente y cohesivo (polifónico) las distintas escuelas de pensamiento que se pretenden reunir en este enfoque y que le sirven de sustento ecléctico. Esta difusión se puede leer con absoluta claridad si realizamos un paralelo entre las distintas posiciones ontológicas, epistemológicas, metodológicas, conceptuales de estas escuelas y del enfoque Psicosocial mismo, teniendo una especial lupa en los objetivos a los que estas propenden.

De esta manera, al no resultar un entramado teórico que permita e impulse el devenir práctico coherente y cohesivo articulado con este, el único modo que queda para hacer converger las perspectivas de estas escuelas en un solo enfoque es apilar varios de sus elementos constituyentes, que son seleccionados según resulte conveniente y de manera ecléctica, y ubicarlos uno tras otro a través del tiempo en la praxis. Dicho de otra manera, el modo de hacerlas converger es en la metodología, en las distintas etapas investigativas que hacen las veces de lienzo, como una matriz integrativa, un cascarón donde todos pueden caber, pero por partes.

Es así como se da origen a un enfoque se que ha especializado en la acción o la intervención (dependiendo del fundamento y objetivos), pero también ha tenido especial agudeza en la crítica a otras escuelas de pensamiento y perspectivas, en la formulación de metodologías y textos metodológicos, dando origen más a un conglomerado de metodologías interventivas que a un razonamiento o a un sistema de pensamiento cohesivo. Es por este motivo por el que este enfoque se presta tanto más para la moda técnica de la eficiencia, eficacia y repetición que para la forja de una “bella teoría” (episteme) que dé a luz una renovada visión-del-mundo (una Weltanschauungen o intuición-de-mundo para Wilhelm Dilthey), un nuevo paradigma que sirva de marco referencial o punto de partida al re-pensar los modos de acontecer humano en Occidente(s).

Resulta irónico detallar la manera en este enfoque critica tan fuertemente la visión cientificista y tecnocrática de la eficiencia, eficacia y repetición en las prácticas y modelos evaluativos modernos y, observar que paralelamente termina por encarnar una nueva expresión de eso mismo en numerosas ocasiones. Cabe aclarar que esto se ha visto fuertemente impulsado por los llamados de un pueblo que clama por un salvador (o un tirano canalla) ante sus angustias, sufrimientos e impotencias, ante lo cual han tenido un oído especialmente agudo las personas que han optado ejercer sus prácticas desde esta naciente escuela. Así mismo, este enfoque ha devenido de tal modo en cuanto la gran mayoría de sus desarrollos y conceptos son metodológicos, así que pueden incluirse en el formato de un proyecto de intervención motivado estatalmente como metodología “psicosocial” y ser vaciados de su contenido y de la mirada que le dan sustento dentro de esta visión teórica.

El enfoque psicosocial es una episteme joven que no hay logrado aun hacer grandes procesos de síntesis a partir del eclecticismo que da origen a toda teoría. Eventualmente podrá y desarrollará tales síntesis hasta consolidarse como un sistema de pensamiento en sí mismo a partir de investigaciones, casos, teorizaciones propias, de la mano con conceptos más que descriptivos, a saber, conceptos radicalmente fundantes, axiomáticos, que le permitan y le impulsen a cerrarse tras esta gran apertura inicial propia de la crisis epistémica y renovación paradigmática (Thomas Khun) y así, seguir el ciclo vital de las epistemes y las ciencias.

Este “rescate” de lo social en la psicología ha conseguido abrirnos los ojos ante las rancias positividades y otros prejuicios que aun habitan algunas de las áreas del saber humano y de las praxis alrededor de estas y que tienen vastas consecuencia; entre ellas:

  • Aletargar la capacidad crítica.
  • Dificultar el reconocimiento de las culturas, de las prácticas de las que esta se compone y mediante las cuales se recrea y expresa.
  • Incapacidad de tener en cuenta el contexto más que como una variable que dificulta la experimentación y la generalización.
  • Negación la importancia de la construcción y reconstrucción de entramados vinculares en cuanto tejidos imaginarios pero constituyentes del acontecer/devenir humano.
  • El demeritar el impacto subjetivo y comunitario  de los eventos transversales o internos a una comunidad, como lo son las guerras, las crisis socio-económicas y políticas, los desastres naturales, etc.
  • Entre muchos otros.

No obstante es necesario reconocer, aunque de modo resumido pero con un gran transfondo, uno de los grandes logros de estas positividades: La formación de teorías metodológicas que permitan la sistematización de la acción y el conocimiento, herramienta de la cual está siendo uso el joven enfoque psicosocial.

De igual manera, es necesario aclarar que cada teoría que se ha gestado ha descuidado siempre al menos un sector del acontecer humano y que no hay un modo posible de cubrirlo cabalmente, debido a que el lugar del existente (Martín Heidegger) reside justamente en la posibilidad. Se necesita humildad para reconocer y anunciar las falencias y vacíos de la propia episteme.

Entre las personas que ostentan el nombre de lo Psico-Social, se han descuidado muchas cosas al igual que en otras visiones. Además del descuido epistémico y sintético, quizá sea el individuo, el sujeto psíquico del paso a la conciencia y el darse cuenta en la clínica o en la terapéutica lo que se ha descuidado; pero a cambio, ha conseguido darle vida a la relación, al vínculo, darle nombre al acto de reconstruir una vida y un pueblo resquebrajado por la violencia en Latinoamérica, concediéndonos la posibilidad de re-evaluar el silencio cómplice del que se hace llamar víctima para perder la voz, encerrarse en su historia y pedir lo poco que el gobierno le pueda dar; nos brinda la posibilidad de vernos a todos como actores y no como simples desentendidos… comparto mi sincero deseo: que también nos brinde las herramientas para observar con detenimiento histórico el “eterno retorno de lo mismo” (Friedrich Nietzsche) cultural del que hemos venido siendo partícipes y gestores, del mismo modo que el Psicoanálisis nos ha hecho notar la repetición en lo subjetivo y familiar.

Me resta aportar con mis letras y mi pensar al proyecto de gestar autogestores, de provocar reflexión, de convocar al pensamiento sobre sí mismo y cada uno de los nombres que se ostentan: de pensar, junto a los psicólogos que han optado por actuar y hablar del enfoque Psicosocial, qué significa, a qué conlleva, qué sustenta, qué lo sustenta y qué implica ese nombre. Eventualmente este enfoque será una bella episteme como otras tantas, pero ojalá sea una consciente de sí misma en algo más que las anteriores, una episteme humilde que pueda anunciar sus limitaciones, prever las pretensiones de sus adeptos nominales dándole así, sin arrepentimientos, una puerta a los críticos que gesten el siguiente nombre, que formulen el próximo enfoque que entre a re-evaluar y nos haga re-pensar el que entonces será el nuevo discurso amo de lo Psicosocial.

[Escrito: martes 25/03/2014]

*Con esto doy por terminado mi problema con lo Psicosocial.

sábado, 22 de marzo de 2014

Nota: huida temporal

Tendré que confesarles algo: Tras terminar de escribir y publicar Concretud y disolución en el Blog, ha sido necesario para mí huir de este espacio por un tiempo. Aun tengo una infinidad de textos más y mi escritura ha sido prolífica además de muy agradable para mí... pero he necesitado huir de ese texto por lo mucho que en él develo, tanto adrede como "accidentalmente".

Este es mi modo de explicarles por qué he mantenido lejos de renovaciones y nuevas publicaciones en el Blog, pero ya prontamente espero volver a hacerme público en la medida en que sea capaz de asumirme responsable por ese texto en particular. 

Me ha sido necesario hacer esta aclaración especialmente para mí mismo, pero también a modo de explicación a cualquiera que esté interesado de modo eventual o esporádico en Alguna letra desnuda -aunque nadie me ha dicho algo por la falta de publicaciones, pero igual es una posibilidad que consideraré al menos estadísticamente-.

Les agradezco por su paciencia, por su lectura y por hacer parte de esta pequeña complicidad a las que los he invitado sin que ustedes puedan siquiera sospechar lo que hay en juego en cada letra.

Con esto concluyo el primer momento de introducción para entender alguna de mis Confesiones.

[Escrito: sábado 22/03/2014]

*Nota: A partir del martes 25 de Marzo he podido volver al Blog, hacerme responsable de semejante texto, pero también he vuelto a escribir con gran ligereza y tranquilidad, de modo que habrán varios textos nuevos a partir de la fecha. Esta pequeña nota fue escrita el miércoles 26 de Marzo. Gracias por la paciencia a quién le siga la pista a mis letras extraviadas.

martes, 4 de marzo de 2014

El arte de no entender

Hermes Ingenui
Copia romana del original del siglo V a.C.
Museo Pío-Clementino, Vaticano
¿Qué es el lenguaje? A veces pareciera una vil sátira de tantos poemas, de una infinidad de maravillas; las palabras de los pequeños humanos se quedan en nada frente a las más bellas prosas, los más complejos epítetos, la historia relatada en verso y el ser del poeta, que deja de ser suyo (de él) en su palabra y pasa a tener otro dueño, que no es más que otra persona, usted o yo, o quizá aquel joven dormido en la esquina, el todo y la nada de la interpretación subjetiva de la subjetividad. El hermoso arte de no entender. Así pues, en el presente ensayo se pretende demostrar al lector que es así, en el ejercicio del arte de no entender, que podemos comprender.

Como cuando un rápido pensamiento atraviesa el pecho de un hombre al que inquietan numerosas preocupaciones, o como cuando centellea en los ojos el brillo de la mirada, así se ocupaba a la vez de la palabra y la acción el ilustre Hermes.” Versa así uno de los himnos de Homero, bardo de bardos, que relata la historia de Hermes y su gran habilidad con la palabra, su gran astucia, ingenio y la agilidad que le caracteriza en la mitología. Era Hermes el mensajero de los dioses griegos, un ser que en el mismo día de su nacimiento roba las vacas de Apolo y al día siguiente, cual diestro pícaro, dice a su padre la verdad ante su inquisitiva búsqueda, pero utilizando de tal manera la palabra que no queda la menor duda de su inocencia.

Dirá entonces Hermes, con implacable habilidad, a su padre: “Zeus padre, sin duda que te diré la verdad, pues soy franco y no sé mentir. Llegó a mi casa en busca de las vacas de tortuoso paso hoy, nada más salir el sol, y no llevaba consigo ni testificante ni testigo de vista de los dioses inmortales. Me instaba a confesar bajo violenta coacción. Muchas veces me amenazaba con arrojarme al ancho Tártaro, porque él posee la tierna flor de la juventud ganosa de gloria y yo en cambio nací ayer (y eso lo sabe también él mismo), sin que tenga tampoco el aspecto de un varón robusto como para ladrón de vacas. Créeme, pues te glorías de ser mi padre, que no me llevé las vacas a casa (¡ojalá fuera yo rico!) ni atravesé el umbral. Lo declaro sinceramente. Mucho reverencio al Sol y a los demás dioses; a ti, te quiero, y a él le tengo un respetuoso temor. También tú sabes que no soy culpable, así que pronunciaré un gran juramento. ¡No, por estos pórticos hermosamente adornados de los inmortales! Yo un día le haré pagar con creces su implacable rapto, por fuerte que sea. ¡Pero tú protege a los más jóvenes!“ Curiosamente, solo versó con sinceridad, pues nunca llevó las vacas a casa, ni estas pasaron por el umbral de la misma.

Hans-Georg Gadamer, en su teoría ontológica del lenguaje y del ser en este, plantea en el Giro Lingüístico la habilidad del sujeto hablante de ser y no ser en el mismo instante: antes de comunicarse, el sujeto tiene pensamientos, ideas que dan forma al lenguaje en su mente y que son parte de su ser, de modo que es el ser mismo del hablante el que se comunica en cada palabra y cada gesto. Pero, he aquí el giro: el ser no se agota en este lenguaje debido a que no es posible comunicarlo (al ser) en su totalidad en un solo instante, ni dar a conocer todo lo que las palabras emitidas realmente significan, aunque se use a la perfección el código semiótico y lingüístico, o tantos fonemas, morfemas y oraciones que sea posible. Así, es en el acto lingüístico en el que comunicamos una parte de nuestro ser y dejamos para nosotros aquello que resta del mismo; pero, para quién está escuchando nuestras palabras y percibiendo nuestros gestos, es únicamente lo comunicado lo que logra llegar a él, de tal manera que todo aquello que se calló, sencillamente no existe para el receptor, pues no se puede conocer algo que no es. De este modo, al hablar, nuestras palabras cambian de dueño, dejan de ser nuestras y pasan a ser de quién las escucha, quién las interpreta desde su subjetividad posiblemente entendiendo algo totalmente distinto a la parte de nuestro ser que quisimos comunicar, algo diferente al ser que somos en realidad, pero ya no somos dueños de esas palabras dichas; solo somos dueños de nuestro silencio, aquello que hemos de callar.

Al compartir únicamente aquello que quería que la corte divina escuchara y quedándose con lo que no, es como Hermes pudo ser sincero sin decir toda la verdad y, aun cuando en ningún momento arguya su inocencia, la interpretación de su hábil discurso permite intuirla incluso cuando esta es falsa. Ya el austríaco Ludwig Wittgenstein en 1953 dejaba por escrito su teoría referente a lo que él llamó los “Embrujos del lenguaje”: una tergiversación del lenguaje por entenderlo desde nuestra subjetividad o por la utilización de palabras confusas o ya tergiversadas, de manera que no podemos abordar eficazmente la subjetividad del emisor pues nuestro entendimiento resulta “hechizado” en este proceso, perdiéndose gran parte del ser comunicado inicialmente por el hablante. Curiosamente, también las palabras de Wittgenstein, aunque estén escritas en sus Investigaciones Filosóficas, ahora son mías y, en el instante que las comparto con usted, son suyas para entender algo completamente distinto a lo que él pensó, o quizá algo similar en el mejor de los casos…parafraseando a Gadamer, decía que traducir es traicionar. De este modo, se entiende Biblia no solo es el libro mas traducido, sino también el más malinterpretado de incontables maneras, todas alejadas de lo que algún día quiso relatarse en estos papiros provenientes del borde del Nilo, como también Hermes fue malinterpretado, aunque él astutamente planeó que sucediera así. “Son estos los juegos del lenguaje”, diría Wittgenstein, o diría yo apropiándome de su teoría y de su nombre en mi discurso. Lastimosamente para Hermes, su padre (Zeus) bien sabía la verdad, distinto a lo que hoy nos sucede con la Biblia.

La ironía del lenguaje es que no entendamos lo que se nos quería decir, ni siquiera lo que se nos dijo, pero aquí mismo está nuestra capacidad de comprender. El lenguaje, estructuralmente, puede entenderse como “cualquier tipo de código semiótico estructurado, para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales.”[[1]¨] Así pues, al señalar un contexto de uso, estaríamos refiriéndonos explícitamente a la praxis del lenguaje, es decir, al “acto comunicativo”. Jürgen Habermas profundiza significativamente este concepto en la Teoría de la Acción Comunicativa, dónde lo plantea como “la interacción de al menos dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que (ya sea por medios verbales o con medios extra-verbales) entablan una relación interpersonal.”[[2]] De este modo, no solo me apropio del ser que el otro me expresa en sus palabras, sino también en sus gestos y en todo acto que me comunique algo, del mismo modo que yo me apropio de la teoría comunicativa de Habermas aun cuando desconozco su historia personal. Aunque conozca sus teorías políticas, usted lector seguramente las desconoce, así que sencillamente, para usted, estas no existen y se sorprenda cuando le diga que él es disglósico.

¿A qué viene esto? Es la muestra fehaciente de que pensamos en términos de lenguaje y que este nos transforma. Que posteriormente compartimos nuestro conocimiento en la comunicación y somos en este lenguaje, que finalmente pasa a ser el ser del otro. Heidegger acertadamente afirmaba que “El lenguaje es la casa del ser” y no solo es su casa, sino que es su transporte: es esta la habilidad y astucia de Hermes, quizá es por esto que muchos ponen alas en su casco, pues representa la maestría que debe tenerse en el pensamiento para poder hablar congruentemente con este y, también puede ser este el motivo por el que otros tantos pongan alas en sus sandalias, por la delicadeza en el vuelo hasta el receptor, pero a partir de ese momento el receptor es libre de hacer lo que desee con el paquete que recibió de las manos de nuestro mensajero celestial.

Visto desde la dialéctica hegeliana, cada elemento de la realidad, incluido el lenguaje del otro, impacta mi ser y lo transforma, así que este se encuentra en un eterno devenir dialéctico, y en su cambio, transforma mi pensamiento y mi realidad junto con mi lenguaje y aquello que comunico. Dicho de otro modo, cualquier estímulo que percibamos de la realidad nos transforma, sea un auto que viene en nuestra dirección, el carné que no encontré para entrar a la universidad y que me haya tocado buscar algún comprobante para acceder, el hecho de que el joven siga profundo en la esquina de este recinto o incluso que ya se haya ido pues estas experiencias transforman nuestro ser y a cada instante toma nuevas formas y profundidades, incluso cuando lo comunicamos y cuando se ve impactado por el lenguaje del otro y su ser, pues el apropiarse de este ser es lo que nos permite comprender a los demás.

Ahora bien, en el acto comunicativo, al apropiarme del ser del otro, yo no soy una tabula rasa como Locke propuso. Cada ser interpreta la realidad partiendo de su subjetividad y no aprehende la realidad tal cual esta es, pues solo logra percibir una parte de esta y esta pequeña porción que percibe pasa por el filtro de su consciencia y posteriormente es interpretada de manera subjetiva como un fenómeno, siendo esta la magia de la Fenomenología de Husserl: como no se percibe completamente la realidad ni todo aquello que nos comunican, ni siquiera todo lo que nos dicen ni las intenciones del hablante (pues estas son la nada), Hermes viene del otro con un fragmento de su ser (“fenómeno”), pero en el camino hasta nosotros, se pierde parte del mismo; posteriormente, el mensaje ya cortado que se convierte en mío en el proceso de interpretación subjetiva debido a que no comprendo exactamente lo que quería comunicárseme, sino tan solo aquello que percibo desde mi subjetividad: una mala interpretación de el mensaje cortado de un ser que no se muestra por completo, pero es, de manera incompleta y manipulada, como aprehendemos el ser del otro, nos apropiamos de él y comprendemos más o menos lo que quiso decirnos.

Por lo tanto, al igual que sucede en el arte (que es una expresión, un lenguaje comunicado en sí mismo), realmente no existen géneros, sino múltiples expresiones, realidades y una infinidad de interpretaciones de las mismas, sea que se logren desde su contexto histórico, desde la historia personal del artista o desde algún otro ámbito, pues llega a nosotros a modo de fenómeno que interpretamos subjetivamente. Así, la expresión de un artista está en su obra, pero el arte está en la interpretación y comprensión de la obra; Hermes es mensajero y el artista solo expresa su ser a su manera, pero es quien lee y comprende tergiversadamente ese ser quién le da el calificativo de Arte, de bello o de aversivo, de modo que el Arte no existe, ni los artistas realmente existen por sí mismos, solo existen las múltiples interpretaciones de un mismo fenómeno y es en esta donde se da el arte y se califica como hermoso o como el “mayor pegote que he visto”, como acertado o equivocado lo que nos dice el profesor en la medida que su lenguaje nos impacta y nos apropiamos del ser que habita sus palabras o incluso cuando decido no prestar atención porque la clase únicamente vale 2 créditos.

Resta únicamente hacer que esta parte de mí sea suya, lector. Que Hermes lleve este pequeño texto, un collage de teorías lingüísticas y comunicativas que hacen parte de mi, con tantos nombres y postulados en los que baso mi pensamiento que compone cada palabra que sale de mi boca para que deje de ser mía y yo me adueño de mi silencio. Pudiendo elegir cuales serán las últimas palabras que compartiré hoy, que valga repetir la introducción a este texto ya habiendo explicado cada una de sus partes, pero no como palabras mías, sino como cita de lo que fui algún día, siendo diferente a como soy ahora; dije en aquel entonces: “El lenguaje… ¿Qué es el lenguaje? A veces pareciera una vil sátira de tantos poemas, de tantas maravillas; las palabras de los pequeños humanos se quedan en nada frente a las más bellas prosas, los más complejos epítetos, la historia relatada en verso y el ser del poeta, que deja de ser suyo (de él) en su palabra y pasa a tener otro dueño, que no es más que otra persona, usted o yo, o quizá aquel joven dormido en la esquina, el todo y la nada de la interpretación subjetiva de la subjetividad. El hermoso arte de no entender.”

Finalmente, cito a Homero en su oda a Hermes que mueve mi ser entre usted y yo: “¡Salve, Hermes, dispensador de alegría, mensajero, dador de bienes! “ Dador de ser… malinterprétese, así, cuanto sea posible aquello que dije y entiéndase  por favor (ojalá) mi ser en estas palabras. Le regalo al lector la posibilidad de interpretar mis palabras y mi silencio, pues aquello que no digo me pertenece, pero todo cuanto el silencio comunica, será suyo, lector, pues hasta el silencio comunica y las mentiras hablan igualmente del ser, de cómo él decide expresarse en mentiras que todos creen y verdades que ninguno escucha mientras se espera lo mejor de este dudoso y frágil proceso…Es este el hermoso Arte de no entender.

Y ahora que vuelvo a leerlo, falta decir que no estoy de acuerdo.




[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Lenguaje.
[2] HABERMAS, Jürgen. Teoría de la Acción Comunicativa, I pág. 124

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[Escrito: miércoles 18/05/2011]

*Nota: Este es uno de los textos medio serios más viejitos que tengo y bueno, aun hay mucho que corregirle entre los conceptos, la citación y muchas otras cosas... pero es uno de esos textos que recuerdo con mucho cariño así como es, sin más ni menos. Fue un ensayo que escribí para Procesos Psicológicos Básicos III, en tercer semestre, porque nos pidieron un ensayo sobre el Lenguaje y el Pensamiento como procesos mentales, de modo que me puse a leer de neuro y este fue el texto que salió; no quise escribir de otra cosa o de otra forma.  

Uno esperaría que me hubiera sacado un 1.0, pero no, me saqué un 4.8 por un ensayo de filosofía en el lugar equivocado, siendo el 0.2 que me rebajaron justamente por no citar bien. Admito que ese día me sentí profundamente feliz porque el profesor me felicitó y me dijo que era un muy buen ensayo a pesar de tener otro enfoque al que había pedido y que por eso lo reconocía como válido, aun cuando no toqué el tema de Pensamiento.