*Contiene notas acerca de 13 Reasons Why [sin spoilers]
Para comenzar, quiero poner mis
cartas sobre la mesa y contarles explícitamente que rechazo de manera radical
todos los modos de violencia, abuso y acoso ejercidos en el marco de las
relaciones sociales, señalando que no tienen razón de ser, que no deberían
existir en general y que, para mí, son moralmente reprochables; queda abierta
la discusión acerca del calificativo moral más apropiado para las agresiones en
defensa propia, como el debate acerca del lugar de las fuerzas estatales en
estas cuestiones, pero no es lo que me ocupa hoy. Tras dejar esto claro,
aparece mi pregunta central para este texto: ¿qué responsabilidad[1]
subjetiva tiene cada uno de los implicados en situación de violencia? Tanto la
del victimario como de la víctima y de sus entornos, anotando que no estoy
hablando de culpas, sino de las cosas que cada quién es responsable pues, en
alguna medida, participa en la creación de dichas situaciones como dinámicas
relacionales. Y, en particular quiero aproximarme a la cuestión de si –y
especialmente en el suicidio– existen “víctimas” que construyen una vida que
les sirve para hacerse daño a nivel emocional y físico.
Por ejemplo, dado el caso de
una mujer heterosexual insegura que, en aras de ocultar, compensar y negar su
propia inseguridad: 1) busca vincularse con hombres demasiado seguros de sí,
tan exageradamente seguros que puedan llegar a ignorar las opiniones de los
otros a tal punto en que abusen emocionalmente de quienes les rodean al
objetivarlos; 2) y si esa misma mujer rechaza los vínculos con hombres no tan
seguros pero tiernos, considerados y buenos para escuchar a la gente, pues le
desesperan en la medida en que le sirven de espejo para recordar su propia
inseguridad y vulnerabilidad – esas que ella preferiría que no existieran–;
dada una persona así, ¿qué responsabilidad subjetiva tendría ella en verse
envuelta reiteradamente en relaciones amorosas en que es objeto de abuso y
maltrato emocional? ¿Qué responsabilidad tendría acerca de que en su círculo
social cercano no habiten personas que se interesen por su bienestar o por su
felicidad? No toda ni de manera exlusiva, pero si tiene responsabilidad allí en
la cualidad y calidad de los vínculos que ha construido durante su vida. Ha
sido ella quién ha elegido a unas personas para amar y conversar y a otras para
apartar, como ha sido la que ha optado por relacionarse con su inseguridad intentando hacerla desaparecer.
Doy otro ejemplo: si un hombre,
en el esfuerzo de sentirse valioso en su propia existencia y para el mundo,
dedica su vida a vincularse con personas conflictivas que se odian a sí mismas
para intentar ayudarles, salvarles, arreglarlos y transformarlos en gente
buena, feliz y exitosa, ¿qué responsabilidad tendría en los abusos y en el
maltrato que pueda sentir que estas personas ejercen sobre él? Quién no está a
gusto consigo mismo tiende a dañar a quienes les rodean y a dañarse aún más a
sí mismos; de manera que este hombre, en su búsqueda mesiánica, estaría siendo
–cuando menos– facilitador de su propio martirio.
Ahora sí, anotando que no
spoilearé nada importante, procedo a lo que nos compete hoy: 13 Reasons Why no
es una serie que podría recomendarle a cualquiera, entre otras cosas, porque se
mueve intentando hacer equilibrio en la fina línea entre la objetividad de los
hechos y la subjetividad del narrador que queda marcada con fuerza en el relato,
nota a nota, cassette a cassette. Y fracasa en este intento. Menos mal fracasa.
¿En qué sentido lo digo? Ha
habido infinidad de series y de libros que narran con objetividad experiencias
similares a las que en esta serie se plasman, y bueno, los hechos puros, los
datos fríos no hacen justicia al sufrimiento de las personas ni a la intensidad
de las palabras sentidas; cualquiera que se dedique a escuchar a quienes les
rodean puede dar fe de eso. Tener éxito en mantener el equilibrio entre lo
objetivo de los hechos concretos y lo subjetivo de las percepciones y
narrativas nos hubiera llevado a presenciar otra de esas quimeras que a veces
transmiten en horario familiar, esas que intentan emular la vida real pero que
nos dejan en la boca un sabor a refrito, a cursi y a sobreactuado…cosa que ocurre
en muchas novelas, entre otras cosas, porque omiten los detalles duros y
macabros, las marcas en la piel, los gestos de goce o entumecimiento en los
rostros. La fuerza y la crueldad que acompaña a la vida que es de todo menos
Políticamente Correcta.
13 Reasons Why fracasa
brutalmente en mantener ese equilibrio y despliega una historia profundamente
subjetiva, narrada de manera coherente, manteniendo con precisión los estilos y
rasgos de personalidad en cada uno de los personajes que nos acompañan en esta
pequeña travesía de 13 capítulos desplegando cuáles fueron los 13 motivos por
los que Hannah, nuestra voz-en-off favorita y protagonista, se suicidó. SPOILER
ALERT: Hannah se suicidó (así comienza la serie, relájense).
Hannah nos narra su historia
contándonos “su verdad”, no “La
Verdad”, de manera que como consumidor de esta serie es difícil discernir
nuestra posición ética frente a lo que vemos y nos cuentan, tal como en la vida
real. Nuestra narradora es una persona
difícil, agresiva con la gente que se le acerca y en especial con ella misma,
que aleja a las personas que le importan, que tiene una habilidad espectacular
para rodearse de personas encantadoras pero dañinas, versada en escuchar a
medias a los otros y entender –de todo lo que se le dice– sólo cosas que la
juzgan y le hacen daño, a menudo aun donde no están. Es una persona que no se
quiere ni un poquito, que confunde la popularidad con el amor propio y confunde
el ego con la felicidad, que no sabe lo que quiere entonces busca que la gente
le ordene, que siempre está esperando a que la gente le ruegue y le insista en
vez de asumir sus propios gustos y deseos como suyos y bajo su responsabilidad,
pues le huye a lo que desea porque la hace sentirse vulnerable y en falta,
porque desear la hace saberse imperfecta. Si bien en el mundo desplegado por la
serie existe gente dispuesta a hacer daño a otras personas, ella parece
buscarlos certeramente uno tras otro, en filita india, así como termina por ahuyentar
de manera sistemática a las personas que sólo quieren darle un poco de amor, porque
el amor nos hace sentir vulnerables y ella, siendo como es, prefiere alejarse
de su propia vulnerabilidad. Ustedes las conocen, mejor que yo, a las Hannahs
que habitan en la vida de cada quién.
¡Esperen un momento por favor!
Antes de acusarme de re-victimizar a esta crespa en particular, quiero decir
que la percepción diagnóstica descriptiva que acabo de exponer la formé desde
el capítulo 1 previo a cualquier situación de acoso o abuso en su historia, y
la consolidé en el capítulo 2 (en la escena que se desarrolla en 2-27:46, en la
parte de atrás del teatro donde trabaja con Clay) tras haber pasado el primer
incidente de acoso escolar en su narrativa. Siguiendo la lógica que nos propone
la serie, me queda claro que desde el principio Hannah vive su vida tomando
actitudes y llevando a cabo acciones que atentan contra su bienestar emocional
así como, también desde el comienzo de la serie, muestran cómo busca
relacionarse con gente conflictiva y abusadora incluso en contra de las
sugerencias de su amiga más cercana; todo esto desde antes de vivenciar las
situaciones y de conocer a las personas a las que ella señala como culpables de
su muerte. Lo anterior me dice no son los abusos y acosos lo que causan su modo
tan violento de relacionarse consigo misma, sino que se trata de una mecánica
relacional de ella, algo de lo cual sólo ella hubiera podido hacerse
responsable y nadie más. Claro, el acoso lo empeora al resonar con esta
mecánica, amplificándola, pero es un patrón con el que ella viene de entrada.
Mi interés, si bien es
plantear la cuestión de cómo aproximarnos a las coordenadas de la
responsabilidad subjetiva en las situaciones de violencia, acoso y abuso y
maltrato al poner de relieve los detalles que la explicitan, no me lleva a dar
una respuesta concreta acerca de esto. Este texto es más bien una provocación,
una construcción que invita a leer y escuchar de una manera distinta las
historias de las cuales somos testigos día a día y, antes de decir
condescendientemente “ay, qué pesar que a
ella siempre le salgan novios perros que la cambian por otras. Y como es de
buena persona…”, nos preguntemos si no será ella que quién está buscando
hombres engreídos para poseerlos y así alimentar su propio ego fracturado; o
antes de dirigir nuestra agresividad contra los otros diciendo “qué frustración, ¡todas las mujeres son tan dramáticas!”,
nos preguntemos si será que nosotros buscamos mujeres conflictivas para
intentar arreglar sus desgracias, como si así, de manera especular, pudiéramos
resolver nuestros propios problemas y sentirnos menos desgraciados con nuestra
existencia. La posición de víctima, la de culpar exclusivamente a los otros por
lo que me pasa, siempre ha sido muy cómoda, tanto como la de juez y verdugo que
culpa a un tercero con exclusividad. Somos nuestro propio Otro.
El anterior razonamiento nos
lleva a preguntarnos también por algunos “accidentes” (como en el final de la
tercera temporada de Better Call Saul), y cuestionarnos acerca de si realmente
fueron accidentes o si fueron situaciones causadas por el “accidentado” para
hacerse daño, de manera consciente o inconsciente, cosa que nos llevaría a
reflexionar acerca de si estos acontecimientos son más cercanos a un suicidio.
Así que, antes de buscar contra quién dirigir la agresividad cuando acontece un
accidente y decir que qué pesar, habría que pensar y preguntarnos si el
accidentado no es un suicida encubierto; tal como antes de buscar culpables de
un suicidio tendríamos que preguntarnos si el suicida mismo –en alguna medida–
no fue también causante de las situaciones que lo llevaron a agredirse antes
que aceptarse, a elegir morirse antes que arriesgarse a vivir. Ahí se los dejo.
[Escrito: martes 13/06/2017 y
sábado 01/07/2017]
[1] “Responsabilidad”
viene del latín. Se puede descomponer de la siguiente manera: Sufijo –idad, que expresa cualidad; sufijo –bilis que nos habla de una capacidad o
posibilidad, que es capaz de; y se forma a partir del supino (responsum) del verbo latino spondere, que es prometer, comprometerse
con algo, obligarse a responder.