sábado, 23 de mayo de 2015

Ira

Este impulso que me habita, esta potencia inclemente. No disto mucho de ser un maquinista de tormentas, un alma intempestiva que podría hacer retumbar todos los ídolos, hasta el último de ellos, sólo con sus palabras. ¡Que llueva! ¡Que se queme este maldito cielo! ¡Que se parta la tierra en la que están cimentados todos nuestros sueños! ¡Que la ira del mundo se desate sobre lo existente! Cartago maldita, dime, ¿acaso quedó algún recuerdo de tu existencia? Hoy me provoca ser borrado del libro de la vida y llevarme a todos conmigo, condenarnos al olvido; no hay nada que valga la pena recordar de tantos años de miserias y banalidades.

Es que nada me sirve, es que mis ideales se rompieron hace tiempo y camino descalzo sobre sus fragmentos, es que mis pies siguen cortados y mi espalda sangrada por los trozos de cristal. ¿Será que sigo teniendo 8 años? No me sirve lo que veo, así que sigo empeñado en crear algo que me sirva, mi propia herramienta, un concepto que no se pueda quebrar. Quebrar. ¿Será que puedo quebrar esta realidad? No me voy a morir con las ganas de saberlo, lo juro.

¿Cómo podríamos vivir los seres humanos si supiéramos qué es la vida y cómo debe ser vivida?  La vía más lógica sería escuchar a todas las personas, acompañarlos en su propio proceso de construir lo que será su visión del mundo; pero mi deseo es otro. Quiero quebrar el mundo, quiero fracturar el cielo y despedazar cada ideal. Seré breve en mi composición:
  • La jerarquía no existe. Todo vale lo mismo.
  • Las categorías no son reales.
  • Las cosas son cosas.
  • No podemos percibir las cosas como tal.
  • Los ideales son imposibles.


Mierda. Lo escribo porque quiero huir, porque me desbordo en emociones que me resultan extrañas y un desespero parece arremeter desde el interior de mi cabeza hacia el exterior, una y otra vez como un ariete que quiere derribar la última de mis defensas. La razón se me agota, el sentido se ha hecho etéreo una vez más, la verdad irrumpe sin molestarse en preguntar. Se afirma, se grita autóctona, autómata, como si no dependiera de mí en lo absoluto, como si otro la dijera con su propia voz directo a mis oídos y los estruendos del eco despedazaran el interior de mi mente. ¿Qué dice? Dice: ¡NO!

Me presento hoy como el león de Zaratustra que podría destrozar el último ápice de la humanidad, su historia y su porvenir con su rugido salvaje, con su potente voz de rebelde a ultranza. Hoy no puedo crear, soy la ira de Dios, soy la rabia de los infiernos que consumen las almas de los aventurados y los apasionados, soy el fuego del Etna que se comió a Empédocles de Agrigento con todo y delirio, soy la ira infinita del Vesubio que embistió a Pompeya y a Herculano sin piedad alguna, que hizo de ellos el fotograma atemporal que ahora son; una embestida tan fuerte que fracturó el tiempo. Soy la voluntad de destruir todo lo habido y por haber.

Soy mi propia rabia exponenciada, soy la frustración de hallarme desposeído de mi razón ante los ojos de una mujer, soy la ira de saberme enamorado aunque no quiera, y de escribirle a ella aun cuando intente evitarlo.

¿Alguien sería tan amable de apagar las llamas de mi cabeza antes de que me consuma por completo? Digo, no creo que mi pelo se pueda salvar, así que me conformo con mis cejas y pestañas.

Soy una ira más: Soy la frustración de saber que no le gusto, una llama falta de oxígeno para sobrevivir pero encendida sobre combustible improvisado, sobre mi carne que hace ya días dejó de pensar. Soy mi cuerpo que ya no sabe ni qué escribir.

Seré pirata porque no tengo más opción que estropearlo todo para volver empezar de nuevo. ¿Será que alguien podría entenderlo?



[Escrito: sábado 23/05/2015]

jueves, 21 de mayo de 2015

¿Qué vale más? Jerararquía de valores


¿Qué vale más? Si, la planteo como una pregunta seria.

¿Qué vale más, una vida humana o una vida animal?

¿Qué vale más, los derechos de una mujer o los de un hombre? ¿Una feminazi o un machista viejaguardia?

¿Qué vale más, la justicia o la equidad? ¿O acaso la vida, que no es ni justa ni equitativa?

¿Qué vale más, el miedo o la esperanza?
¿Acaso valdrá más el amor o esta desconfianza con la que aprendimos a vivir?


Mi intención no es ser exclusivo. Lo que me interesa es señalar estas dicotomías, estos binarios indisolubles en los que estamos inmersos sin darnos cuenta. Me explico: No faltará quién dice que una vida animal vale más que la humana porque los animales son “puros” (sea lo que sea eso), mientras que los seres humanos son capaces de toda "maldad" (de nuevo, sea lo que sea eso).


¿Será que de verdad hay que privilegiar a uno sobre el otro? No creo que valga más una cosa que la otra, en ningún caso. Digamos: yo no creo en que algo tenga un valor. La cosa en sí (noúmeno kantiano) no tiene un valor en sí misma, sino que los valores son dados culturalmente y dependen también de cada uno. Para decirlo de otro modo: NO, usted no puede generalizar su opinión acerca de qué es mejor, ni tiene derecho a insultar a otro por no compartirla; las cosas son cosas y ya… a una mosca le importa un culo de mosca lo que usted piense de ella, y si le preguntáramos, ella también se creería el centro volante del universo (Nietzsche, 1873).


¿Será que de verdad hay que rebajar a alguien para defender mis ideales? Parecemos políticos colombianos: para decir que mi plan de gobierno es bueno, recurrimos a lo rastrero de la estrategia de criticar al otro como persona en vez de concentrarnos en debatir y argumentar ideas. Tampoco creo que sea necesario… sólo para estar claros, el tamaño de su narcisismo sólo determina usted qué tanto se quiere, y no tiene que ver con lo que los demás opinen de usted. El onanismo es una ideología también, si.


Preferiría que lográramos hacer frente a la dialéctica hegeliana más ramplona de una buena vez. El mundo no es a blanco y negro –claro, a menos de que usted sea un perro o una perra, y espero ser ofensivo con esto–, sino que hay tantos matices como estemos dispuestos a ver y aceptar. Preferiría que le hiciéramos frente a las dicotomías asesinas de la historia, a los binarismos discriminatorios, al barbarismo de occidente.


Cuando pregunto “¿Qué vale más?”, realmente mi pregunta es: ¿Tan difícil sería concebir una tercer opción y pensar en algo distinto al valor? Podríamos nutrirnos mucho de pensar en la Diferencia más que en la Jerarquía de valores; serían muchos los problemas sociales, políticos, teóricos, e incluso amorosos, los que se resolverían sólo con ese cambio conceptual. ¿Tan difícil sería? Es que si todos pensamos únicamente en Jerarquías y Valores, créanme, todos vamos a salir cagados. Los dejo con la inquietud. 




[Escrito: jueves 21/05/2015]

martes, 19 de mayo de 2015

Sin azúcar por favor

Para cuando el límite sobrepasa a la vida y coarta la existencia, cuando aparece un imposible que bien podría destrozar hasta la más tenue esperanza. Para cuando las cosas no pueden ser distintas y nada puede ser cambiado resta afrontar el abismo sin titubear, con la misma destreza con la que nos dirigimos hacia él en primer lugar, con curiosidad y algún desvarío; con la certeza absoluta de que algo debe haber más allá.  “Cuando algo está hecho, no puede ser de otro modo”.

Dos de entrada, uno de salida. Dame un café por favor, tinto, y sin azúcar. Si, sin azúcar por favor, que el amargo a ratos también le hace bien al alma.

Resultó que en una semana pude darme cuenta de que lo que busco si existe. Quizá sea escaso, ridículamente escaso, pero si existe. Te debo eso, y por tu existencia brindaré llegado tu día, cada año; espero acordarme. Resultó que en una semana probé, por primera vez en mi vida, una pizca de la más hermosa pasión. ¡Han trastornado mi mundo! Finalmente he entendido de qué me estaba perdiendo con mis propias defensas, tal como he entendido cómo yo ahuyentaba a las personas con las que habría valido la pena compartir. Mi mundo se ha trastornado a mejor, admito que es una transformación hermosa aun a comparación de sus vivaces antecedentes.

¿Qué me queda? La confianza y la esperanza. Han pasado 13 días desde que rezo mis textos ilimitados, desde que he hecho algo conmigo definitivamente. Han pasado 13 días y rápidamente fui abordado por el encanto, tan rápido como alguien pudo leer mi propio encanto y verlo con algún detalle, con mucho detalle y con algún cariño, o con algo semejante, no sé.

Me queda la tranquilidad de que es algo posible, algo que existe, algo plausible y probable. Me queda la paz interna de mí actuar sincero, de mi sinceridad suicida, de mi propia pasión desmedida. ¿Qué podría escribir ahora si no tuviera esta amargura en mi pecho? ¡Si, ese es el punto! Hubo taquicardias, hubo emoción, infinidades de temblores en mis manos, en las suyas. Incontables detalles, detalles por todas partes, miradas cómplices… ¡Carajo! ¡Lo que deseo si existe! Si, no lo habré encontrado a la primera y la tristeza y la amargura me golpearán, pero… ¡hijueputa! ¡SI EXISTE, SI ES POSIBLE! Es como descubrir la clave que siempre estuve buscando, encontrar la palabra que se me ha perdido desde mi nacimiento, la emoción que fue extraída de mi piel tan pronto tuve uso de razón. Pasión, pasión.

Elena es una antorcha, una luz inmensa en esta oscuridad en la que pude ver. Pude echar un vistazo a algún futuro, pude replantear mi dirección en pleno presente con su luz fugaz que se consumió tan rápido como apareció sorprendiéndome como nunca antes.

Si, la pasión aparece y nos revuelca, pero jamás me arrepentiría de eso. Soy feliz aun estando entristecido, algo fracturado en mis costillas de ambos lados, pero feliz. Me basta con saber que tengo más destino que esta soledad. Gracias, un millón de gracias por vos, por tu vida, por tu presencia, por esta llama fugaz que iluminó nuestras existencias. Con estas notas me despido de vos que has traído tanto a mi vida.

Gracias, mi amiga.




[Escrito: martes 19/05/2015]
Quizá lo más difícil es volver a hablar con vos y sentir que nunca podría querer sacarte de mi vida.
Hoy inicia una nueva semana. 
Bienvenida a mi ciudad.
6oct4

lunes, 18 de mayo de 2015

Juan

Yo soy Juan.
Ya soy Juan.


[Escrito: lunes 18/05/2015]
16, 17 y 18 de mayo, La Ceja.

Johan


La oración quedaría así:

Yo soy mi escritor y yo soy mi escribano.
Mis escrituras son mis fantasías, desconocidas para la muerte, insospechadas para la vida.
Puedo escribirme infinitamente, sólo yo tengo poder aquí.
Sólo yo puedo decidirme. Yo soy mi religión.
Por ello rezo Textos Ilimitados.

sábado, 16 de mayo de 2015

Movimiento & Melodía

Estamos en Mayo

No podría soportar semejante musicalidad todo el año. Es mitad de mes y prácticamente soy una melodía. ¿Quién me-lo-di-(rí)a? Tarará-tarará.

Hace unos minutos me di cuenta de que, de cada persona que ha conformado mi historia, aquellas que tiene un capítulo a su nombre, me ha quedado música. Es particular, de verdad algo se queda en uno cuando pasan las personas. Nunca pensé, jamás imaginé que podría trazar mi historia musicalmente y que no sería tan necesario rastrearme en mis letras, o ver conversaciones viejas, o dejarme crecer el pelo para ver que pase el tiempo. Parece que me he vuelto práctico con el tiempo y sin darme cuenta.

Mi amiga de la infancia, su Aerosmith, su Linkin Park y su rock en español. Aquella del pop y Queen, el ballet y mi gusto por Tchaikovsky. La que me mostró a Breaking Benjamin casi por accidente, con ella le cogí cariño al Ska y a las luces de navidad. La oreja de van Gogh y la bachata, su espontaneidad y su Radio Tiempo. La idiota evitativa que me prestó un CD de Arjona, pero también escuchamos La Toma y vimos The Walking Dead; te toqué la nalga hasta la saciedad en el concierto de Molotov. La amiga con la que escuché a Silvio, yo la escuchaba cantar reggae y la miraba con ternura. La mujer fatal que me presentó a Sabina y a mi nerviosismo; protesté al principio y luego… bueno, y luego aquí me ven. Con la que exploré el barroco a punta de clavicémbalos, violas y violines; ¡ah, la pasión de conversar! La que me presentó a Pereza, y luego le conté que había encontrado a Leiva en mis viajes a San Pedro. Faltan, faltan muchas por nombrar.

Con mis amigos son muchas más bandas y géneros, pero esta vez la genealogía es de mi cuerpo y no del sentido. Hoy hablaba con Santiago… sí, he cambiado; algo grande ha cambiado en mí en este tiempo y me siento distinto, y me ven distinto, y escribo distinto. Canto distinto, entono de otro modo lo que canto al despertar.

Nunca podrán desaparecer de mi vida, ¿saben? Ni aunque ustedes lo quisieran, ni si yo pretendiera extirparlas. No cargo los nombres de las bandas, cargo sus melodías. ¡Las de ustedes! Las de todas, a mi manera. Camino con tantos ritmos al tiempo que me he de ver descoordinado. Sigo moviendo mi mano en cuatro tiempos, soy sincopado en mis golpes, voy a pasodoble cuando miro a alguien por la calle con firmeza, a paso de metalero con botas platineras pensando en Pereza o Leiva, escuchando un vals en mi mente. Ran-tan-tán, ran-tan-tán, ran-tan-tán, ran-tan-tán. Tara-rara-rara-rán, tarán, tarán, tarán, taráááán. Camino chueco, pero feliz.

Ustedes están en el movimiento de mi cuerpo, en mis melodías, en las que me invento y las que recuerdo. Un punteo gitanillo por aquí, la elegancia de una viola por allá, y un tono de realeza hasta medieval. Les tengo cariño, lo juro.

No me he curado de nada, no creo en la cura porque no creo en la enfermedad mental. Ustedes siguen siendo mis queridos fantasmas, no quiero curarme de lo hermoso que es recordarlas en mi vida, reconocer el espacio que cada una de ustedes tienen en mi alma; no quiero ni puedo curarme de lo que soy. Jamás olvidaré sus nombres ni sus miradas aun cuando se me olviden los detalles tontos… jamás olvido un olor ni una intensidad. No me arrepiento de nada, todo ha sido milimétrico aun con la falta de planeación.

Si no fuera por ustedes, yo no sería capaz de caminar feliz hoy. Les tengo una gratitud infinita por eso, por abrirme las puertas de sus mundos, por hacerme parte de sus familias, por mostrarme sus canciones, por intentar enseñarme a bailar salsa –todas han fracasado terriblemente, reconózcanlo–, por mirarme a los ojos a pesar del dolor y las locuras, de las angustias y las despedidas.

Una amiga vino a mi casa hace poco y le causó gracia la infinidad de detalles y recuerditos que tengo de las personas que han pasado por mi vida. Creo que lo único que tengo que no es un regalo son algunos de mis libros y mis cuadernos, que son míos por mi puño y letra. Letra. ¿Cómo podría negar mi propia historia cuando apenas aprendo a amar lo que soy? ¡Es que estoy más feliz que nunca! Es a penas apropiado que despliegue semejante alegría y gratitud, que no tema en reconocer sus nombres y sus consecuencias.

Un gran amigo –al cual obviamente le estoy diciendo gordo– me dijo que hay trozos libidinales que jamás se desprenden de los objetos que alguna vez invistieron; y bueno, tiene razón. No dejo de quererlas mucho, muchísimo. Lo bonito del caso es que pude integrar ese cariño, no como objeto perdido, sino como parte de mí. No me hacen falta aun cuando las quiero tanto… finalmente aprendí a querer sin amarrar, a apasionarme y vivir mi temor con sinceridad sin intentar controlar lo que sucede y deja de suceder. Asustarse también es hermoso, “dejar fluir y dejar ser”, decía el Maestro la última vez que lo escuché.

Hay un asunto que asocio ahora que escribo esto: la gracia de la melodía es justamente esa, que las notas no suenan todas al tiempo, sino que cambian, se transforman, se suceden y continúan. Se pierden y ceden su espacio unas a otras, pero de algún modo su sonido sigue vigente en mi oído como si hicieran un mismo paisaje, un mismo movimiento de prestidigitador consumado que dibuja un gesto con sus manos ágiles y desnudas. Las notas pasan, no se controlan (Bach aparte), siguen y fluyen, y esa es la gracia. La melodía es lo que queda al final, aun cuando la música ha cesado, retumbando en mi cabeza.

Chicas: ¡ustedes son mi música! ¡Son mi movimiento y melodía, la preciosa armonía que acompaña esta composición! Y ustedes son las únicas que saben que, en mí, la melodía no es otra cosa que el amor.

Gracias por tanto amor, por tanta vida, por tanta emoción, por esta alegría.
¡Gracias por dejarme cantarlas cada día!
¡Gracias, infinitas gracias por mayo y por esta melodía!



[Escrito: viernes 15 y sábado 16/05/2015, medianoche.]
Alegría. Gratitud. Movimiento & Melodía.

miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Qué tal si...?

No pretendo decir la verdad. Hoy no, en todo caso.

Pero… tengo una pregunta: ¿Qué tal si…?

No, no es una afirmación. Es una sospecha, es una pregunta, es una incertidumbre a pesar de lo dulce de cómo pueda sonar.

Lo digo del siguiente modo: no creo que sea sencillo, ni siquiera probable aun cuando – y lo digo estrictamente hablando– pueda ser posible. Sin embargo, es implausible y eso es lo que me da la libertad de preguntarlo.

Prosigo. ¿Qué tal si…?

Es una melodía. La tengo en la cabeza desde ayer, o desde hace dos días, no sé.  No sé cómo termina la pregunta porque no quiero una respuesta. Quiero la pregunta. Por eso es implausible aun cuando es probable, porque no la formularé.

No es una pregunta incompleta. Es la posibilidad de una pregunta, y me agrada como posibilidad. No se constituye como duda por el simple hecho de que no sufro tanto, no espero, sólo me apasiono.

Es una cuestión filosófica también, pero especialmente filosófica. Es una reflexión infinita, densa e infinitamente liviana; es una pregunta a la que no estoy amarrado porque no busco una respuesta, como tampoco busco formular la pregunta en su totalidad. Diría que es un acto de cobardía si no me estuviera retrayendo conscientemente, retirándome deliberadamente pero sin abstenerme de ser. Diría que es un acto de cobardía si me hiciera falta formularla.

Es una pausa. Un bosquejo, una reinvención en estado escueto.  Debió existir algún momento en el que las cosas no tuvieran un nombre en la historia de la humanidad; la incertidumbre nominal (si se me permite) es un reflejo opaco de esas épocas en las que aun había que señalar con el dedo a lo que carecía de alguna forma de llamarlo. Eso, esto, aquello. Algún, algunos. Vos. Quejo.

La Anomia de Durkheim. ¿Será que le tenía miedo a sentir? No digo que yo no, justamente porque he vivido antes un miedo como ese. Pero ahora estoy tranquilo con eso; como siempre, desconfiado, pero tranquilo… y a ratos confiando más en la gente. Supongo que es cuestión de tiempo.

Es estético. Inútil. Inservible. Pero hermoso a su manera y, por sobre todo, sincero. No me velo, como dice Oscar Wilde. Me quito mi armadura. Y no esperaría que tantas letras salieran de desprenderme de esta coraza, de abrirla al mundo. Por mi tripa, por mi tripa. El malparido de Sergio es causante, sigo fracturado. Romper con Ana fue a penas una consecuencia, una de tantas, de semejante fractura… de no poder sosteniendo mi coraza rajada, de tener el pecho vuelto mierda. Sangro, sangro. Desde que él no está, no tengo más opción que sangrar, que ser sincero a toda costa, aunque me cueste el alma y la tranquilidad. Le debo mucho a él, muchísimo… un puño en la cara, entre otras cosas. Por lo menos ya me resigné, no me pagará mis 20.000.

Las cosas si entran, pero entran tan pero tan fuerte que me despedazarían. Por eso no soporto las manifestaciones de cariño, porque aun estoy sanando mi carne magullada por semejante sopetón. De Julio a Julio me he hecho adulto, a los golpes, a las fracturas, a las letras y las palabras, pero aún quedan dos meses.

Nadie lo sabe. Ni siquiera lo sospechan. Pienso en él, pienso mucho en él… a ratos lloro, lo hablo, lo recuerdo, lo despido. El imbécil ni siquiera tuvo la decencia de despedirse de mí. Sigo descalzo, esperando a sentir el temblor de su aniversario. Y ahora Luis…

Mentí, dije la verdad. Seré coherente, así la diré completa.

¿Qué tal si… te cuento? Esta historia, esta maldita historia aun me saca lágrimas, aun no ceso de extrañarlo. Aun siento este vacío, él no deja de no estar aquí conmigo, como siempre fue, cansón, teta e insensato, pero mi hermano. Él fue el amigo con el que me encarné, al que no le oculté nada. Falta que Vieco también se mate y me tiro de un balcón.

Maldita sea.

No, no. La verdad es que hoy quiero vivir, dado el dolor, dado el cariño, dado el miedo… quiero vivir con las personas que quiero; por lo menos estoy pudiendo con mi soledad. Dada la vida, dado el cariño, dada la pasión.

Me duele confiar en la gente. Los puedo escuchar, pero me cuesta hacerlos parte de mi vida. No sé si pueda contarte porque no sé si yo huya, ni si vos te quedarás, ni si te importe, ni si te interese.  Ese miedo no se pierde, lo cargo a cuestas como lo último que él y yo hablamos, como no haberlo podido abrazar unos días antes y despedirme con tranquilidad. Mi problema no es la muerte, pero que por lo menos se despidan. “Amigo” es una palabra que me ha costado usar desde ese entonces, pero creo que he encontrado a grandes amigos desde que eso pasó.

¿Qué tal si te cuento por qué me arde tanto? Porque sigo sanando esta herida, mi voluntad de confiar en las personas aun se encuentra fracturada. Hago lo que puedo aun con mi dolor.

La formulo: ¿Y qué tal si confío en vos? No quiero una respuesta. No me preocupa agradar ni generar interés, aun cuando me siga faltando un ala y me haya arrancado la otra por la fuerza: caí en picada, pero no me arrepiento. He vuelvo a formular mis ideales, son mis bosquejos, por eso Rin, por eso este trazar excesivo e incansable. Menos mal que soy mi escritor, así puedo escribir todo aquello para lo que no tengo palabras aun cuando lo intento.


Me reformulo: te abro esta puerta, mi coraza ya no funciona, ninguna armadura quedaría entera después de todo esto. Fracasé como hermético, pero eso me hace feliz. Sé que ya no puedo mentir y eso me saca una sonrisa desde el fondo de mi alma, ya no tengo más opción que ser sincero.

Cementerio de viejos ideales consumidos por la maleza, de modos arcaicos caídos en desuso por el ejercicio del amor  y la superviviencia, de escombros de tiempos pasados cubiertos por la potencia del vitalismo que me invade y que sigo encarnando, lo que me queda de epicúreo… te presento mi jardín.


Bienvenida.




-Jose David




[Escrito: miércoles 13/05/2015]

domingo, 10 de mayo de 2015

Hablar. Té.

Quiero.
Escribir.
Escribir. Té.
Pará.
¿Para qué?
No tengo un para qué.
Extrañamente, no tengo un para qué.
Pero.
Te escribo.
Vos.
Si, vos.

¿Para qué te escri…–
¡Ya te dije que no sé para qué te escribo!
¿Que por qué. Escribir. Té?
No sé.
Pero te escribo.
Porque quiero.
Te quiero escribir.
Escribir. Té.

Sos de todo. Menos un té.
No sos un té.
Té. No té.
Te noté.
Anoté:
Te escribo. Porque.
No sé qué esperar.
De vos.
De tu voz.
Te escribo porque.
Me emociono.
De escribirte.
Té.
Maldita.
Taqui. Cardia.

No sé. Qué.
¿Qué?
Un. Algún. No sé qué.
¿Qué gritan esos ojos?
Otro no sé. Qué.
Siento nervios.
De escribir.
Té.
Escribo.
Porque.
Te quiero.
Escribir. 
Té.

Idiota.
No me leás.
Escuchá.Me.
Quiero escribir.
Té.
Quiero.
Escribir.
Y no sé.
Qué escribir. Té.
Por eso. Porque.
Quiero.
Escribir. Té.


¡Ya sé!
¿Me aceptarías.
Un té?
Invitar. Té.
A gaguear. Té.
Es que. No sé. Qué decir. Té.
Pero quiero.
Escribir. Té.
Mirar. Té.
Y no decir. Té.
Qué me siento. Así. 
Por hablar. Té.

¡Ve. Té!
Qué. Susto.
Me. Da.
Hablar. Té.

¡Pero. Qué. Da. Té!
Que. Con. Vos.
Quiero.
Con. Versar. 
Té.

[Escrito: domingo 10/05/2015]

sábado, 9 de mayo de 2015

Hielo

Es medianoche. No temo bajar las escaleras, siempre en silencio, sin producir mayor ruido. No temo ser descubierto, pero ser sigiloso se ha vuelto un juego para mí, y lo disfruto muchísimo.

Esa lucesilla tímida de la nevera se enciende con suavidad, como si fuera el prólogo de uno de esos pocos sonidos que me resultan reconfortantes del acontecer como humano cultural: el golpe de los hielos que caen en un vaso de vidrio y resuenan fríos, helados, pero frescos. No dicen nada con su sonido, pero suenan con tal finura que bien podría componerse alguna melodía interesante, hipnótica y congelada con ellos.

Este calor malparido ya me tiene desvariando.

Lo he repetido infinidad de veces, juro que no sé cuantas. El sonido de los hielos que goplean entre ellos, que hacen resonar el cristal y retumba helado. Una y otra vez devuelvo los hielos al congelador y los arrojo al vaso. Y los retiro, y los devuelvo. Sería maravilloso ser un hielo, ¿no? No para golpearse, sino para estar frío.

Mis manos se han entumecido, pero se sienten frescas. No entiendo por qué se han entumecido si todo lo que he buscado es algo de frescura, algo que amaine el calor insoportable de esta noche. Bien podría meterme al congelador pero no hay suficiente espacio, así que me conformo con arrojar una y otra vez los hielos a este vaso.  Su sonido me refresca más que cualquier bebida.

Ha pasado ya un tiempo y, aunque no me aburro, he tenido que reemplazar los hielos. Se deshacen velozmente cuando entran en contacto con mi piel. Ya tengo las yemas de mis dedos arrugados, pero están tan frías que me resulta placentero.

Llené de hielo el vaso, un gran vaso cervecero que me acompaña desde alguna vez en Rionegro, creo. ¿O habrá sido Santa Elena? Lo tengo en mi frente, congelado, goteando la humedad del aire que se ha visto atrapada en su superficie. Mi mano sigue entumecida. Dejé de sentir una parte de mi frente hace ya unos minutos. ¿Qué será este deseo de enfriar mi cuerpo hasta enmudecerlo?  Una parte de mi pelo también se ha mojado. Qué molesto tenerlo pegado a mi frente. ¿Cuánto me tomaría desocupar el congelador?

Sigue haciendo calor. Menos mal después de medianoche no suele haber ruido, pues sería entonces una experiencia en extremo abrumadora. Odio las discotecas: calor, ruido, gente ruidosa, miradas furtivas, mucha gente desconocida… no hay dónde habitar, no hay cómo ponerse un vaso de hielo en la frente y quedarse en silencio. No. No me duele la cabeza, hoy no en todo caso; sólo tengo calor. ¿Cuánto me tomará sacar el resto del congelador?

El metro en hora pico es igual. Demasiadas personas, mucho sudor. Ese señor seguramente no usa desodorante… si él supiera a lo que huele, se arrojaría sin dudarlo al tren. No debe saberlo, puesto que tiene la audacia de habitarlo por dentro del vagón y no bajo sus ruedas. Por favor, usen desodorante. Y el ruido… ¡Ah! ¡El maldito ruido! No se callan, no se quieren callar. Algún costeño grita para hablar. ¡No me importa lo que tengás por decir! ¿Por qué gritan algo que a nadie le importa? ¿Por qué no hablan como gente civilizada? Si allá donde crece el plátano no germina el conocimiento, aparentemente tampoco lo hace la corteza prefrontal. Me restregué la cara con tanta desesperación que el pasajero que yo tenía al frente se rió, parecía entender mi aversión a los sujetos estridentes; sonrió mirándome y dijo “si ve, es que negro tenía que ser…”. En otro país seguramente lo hubieran enjuicidado por racista, pero me agradó que alguien más pudiera odiar tanta estridencia conmigo.

No demoró tanto como temía.

Ahora quedé con el ruido del metro en mi cabeza. ¡Maldita sea! La mirada de las personas es demasiado compleja. Hay mucho que no dicen, pero por lo general lo gritan con los ojos como si esperaran que alguien pudiera reconocer sus señales de angustia y responder con las palabras que ellos necesitan escuchar. Entre el costeño estridente, los nuevos pasajeros, el aire caliente y concentrado, la infusión de axila variada y ecléctica, ¡el mal nacido costeño estridente que sigue hablando por celular! Ojalá lo atraquen y se lo quiten. Junto con sus dientes. Intento mirar hacia afuera por los vidrios para no pedirle auxilio a nadie con mi mirada, no quiero contribuir a esta estridencia tan absurda con mis demandas; además, no creo que alguien entienda que desearía cocerle la boca a ese costeño, de paso cocerle también los brazos a los costados al desgraciado que no usó desodorante. Sólo falta un bebé que se cague y luego llore, con eso termino de sacarme la lotería. Hijos de puta todos.

¿Será que los pescados se dañan si se descongelan? Sólo 5 minutos, no creo que hagan mayor daño.

¿Qué pasará con las personas que se ganan el Baloto? Digo, si alguien se gana el gran acumulado de 4,000 millones de pesos colombianos, eso son 1,665,923.94 USD más o menos. ¿Ustedes se imaginan cuanto hielo yo podría comprar con eso? Bueno, además, ¿qué pasa con una persona que se lo gane? ¿No lo perseguirán para quitarle su plata? Siempre he creído que les toca salir del país, por seguridad… Pero es una duda que nunca he resuelto. Tampoco es que tenga a quién preguntársela. Fácilmente la derrocharían intentando aparentar algo que no son; no creo que sean muchos los que la usen para algo que realmente los haga felices, aunque siendo tantos, alguno debe haber. Además de hielo, creo que compraría un desodorante para cada pasajero de este vagón y le pagaría al costeño para que se calle. El resto en libros.

Bueno, pero ya puedo salir de aquí. Fue mucho más fácil y rápido de lo que imaginé, seguramente porque me distraje hablando. Con diez o doce hielos basta para volver a llenar el vaso cervecero. Este vaso tiene historia, una quizá corta, pero que fue amarga en su momento. Menos mal ya me reconcilié con esas personas fue una situación desafortunada para todos, no creo que nadie haya podido salir indolente de ese caso. Menos mal el tiempo pasa y las heridas sanan, así que ya no hay rencores ni de ellos hacia mí, ni de mi parte hacia ellos. Fue un paseo bonito, aun conservo una de las piedras que usamos en la fogata. Se rajó con el calor y terminé de abrirla con mis manos hace dos semanas, fue un día muy bonito.

Si, puedo cerrar esta puerta y encerrar el ruido afuera.

Nunca pensé que este silencio fuera tan arrullador. Además, sigo con mi vaso en la frente, con los dedos entumecidos, así que por fin está fresco. Santiago me dijo de Juan que mi modo de hablar de él le recordaba a algo que decía San Agustín. Quizá tenga razón, Juan se ha vuelto lo más íntimo que habita en mí, una zona de verdad, una voz que jamás me permitiría desfallecer, alguien en quién puedo confiar siempre y bajo cualquier circunstancia. Imagino que así se sentía San Agustín con Dios, de ahí la invención de la introspección… Escribano es una palabra que me sienta bien en este caso. En cuanto al saber, es otra cuestión: lo único que yo sé es qué y cómo hacer conmigo mismo, ni más, ni menos. Por eso creo que no podría esgrimir mayor poder más allá de lo aparente.

Con Juan como escribano, ya no me provoca una pareja que me entienda. No... ni me provoca hacerme entender, porque yo ya me entiendo. Ahora prefiero un amor apasionado; estoy dispuesto a dar más que palabras frías... quiero regalar mi corazón, amar con locura antes de morir, sin contenerme, sin guardarme nada. Ya no temo amar, pero no será a cualquier malparida: alguien con una pasión, con fuego en los ojos, encanto en su sonrisa, encanto en su boca y en su corazón. Insisto, no soy misógino. La feminidad y la histeria son distintas, una cosa es el drama y otra la... bueno, la histeria. Conozco muy pocas mujeres que me resulten interesantes, ni modo. Ya no me conformaré, porque tampoco tengo algo qué pedir.

"El amor mide la agilidad. Con nadie reñiremos ni discutiremos, porque no nos queda tiempo sino para el amor". ¡Ah, Fernando González! ¡Ah, Gonzalo Arango! Hasta es extraño reconciliarse con tanta sensualidad sin reproche alguno.


Me pregunto: ¿habrá alguien escuchándome hablar conmigo por fuera del congelador? Aquí pude dejar el ruido de mi cabeza por fuera.



Silencio por fin.




Cinco minutos, nada más.







Hasta mañana.







[Escrito: Sábado 09/05/2015, medianoche.]

miércoles, 6 de mayo de 2015

Textos Ilimitados

Yo soy mi escritor.
Juan es mi escribano.
Mis escrituras son mis fantasías, desconocidas para la muerte, insospechadas para la vida.
Puedo escribirme infinitamente, sólo yo tengo poder aquí.
Sólo yo puedo decidirme. Yo soy mi religión.
Por ello rezo Textos Ilimitados.


[Escrito: miércoles 06/05/2015] 
He creado mi propia oración.
Esta es mi conclusión.

Murmullo - Nota final

Juan ha vuelto a hablarme, 12 días después, ayer 4 de mayo. Ha logrado reunir y extraer de entre los escombros aquello que estaba sofocado (reprimido, oculto) tras la pared. Vino con una imagen que no describiré, con una infinidad de recuerdos que por fin puedo anudar y que me permiten hacerme una imagen más completa, un todo que por fin tiene sentido. Juan vino a mí con una palabra: Monstruosa. Lárgate de mí. 

Hoy cesó el orgullo; hoy finalmente (caló y) calló el murmullo.

Silencio. Alegría. Tranquilidad. Por fin, un punto final. 


[Escrito: martes 05/05/2015]

*Nota: Este texto es la Nota final de Murmullo, escrito el miércoles 22/04/2015. Aunque su lugar está en Murmullo, también tiene un lugar propio hoy, aquí y ahora, como punto final de un largo proceso. La repetición no es accidental, es el único modo en que podría tener sentido y la única manera en que me es posible decir lo que debe decir: Se acabó.

*Nota 2: Vieco se pilló algo. Murmullo acaba con que Juan "algo me-dirá" y en Murmullo – Nota final Juan vuelve con una medida de un otro. Creo que es una transformación del "Otro a medida" (Soler) y se sectoriza en un sólo otro que encarna en mi vida aquello que antes era una fantasía abrumadora, un fantasma sólido de lo que me resulta aversivo de la feminidad. Ahora es enfrentable, no como ese Otro etéreo que me perseguía antes.

viernes, 1 de mayo de 2015

El amor como posibilidad

Imagen extraída de: http://www.oleadajoven.org.ar
Que los seres humanos seamos sexuados no significa que el sexo, en sentido escueto, sea el centro de nuestras vidas. Sería muy doloroso si efectivamente, como seres humanos, viviéramos únicamente buscando sexo. ¿Por qué? Porque para lo sexual existen una serie de características que son deseables con pocas variaciones, y que son determinadas (o por lo menos sugeridas fuertemente) por lineamientos evolutivos y factores culturales a tal punto en que hay personas que son "sex symbols" o, dicho de otro modo, son catalogados como sexys y producen deseo sexual para la mayoría de seres humanos de una cultura específica en un tiempo determinado.

En ese sentido, el amor representa una alternativa claramente posible y prometedora para las personas que somos más “de la media”, más “normales” en el sentido de que no somos "sex symbols". Así, no tenemos que exponernos a la crueldad subyacente, y a menudo manifiesta, del capitalismo neo-liberal de los cuerpos que impulsa la modalidad de búsqueda sexual desaforada contemporánea y que no teme el descuartizamiento del cuerpo de alguien para hacerlo producto de mercado: “tiene pelo liso, tetas y culo. Listo, me la llevo” o “es alto, acuerpado, cuajo y tiene barba. Perfecto, deme dos”.

Dicho de otro modo, podés ser feo o fea, no estar bueno o buena, ser malaclase y mal vestido y aun así ser amado por otro. Si buscáramos sólo sexo, entonces el cuento sería otro y los feos estarían en gran desventaja. No es el caso y Sartre es un muy feo y buen ejemplo de eso. Lo único necesario para poder ser amado es amarse a sí mismo por lo menos un poquito, eso es todo. Eso sí, uno no puede elegir quién lo ama o deja de amarlo, ni se puede elegir del todo a quién amar o no amar… no somos omnipotentes a este respecto tampoco. Nos queda aceptar en vez de intentar controlar, y aprender a fluir con el otro en vez de manipularle.

Haber diferenciado el amor del sexo y la deseabilidad sexual recientemente es lo que me ha permitido distinguir sus vivencias y las posibilidades que cada uno ofrece. A mi juicio, también hace más sencillo aceptar y entender lo disparatado de las relaciones humanas por fuera de moralismos e idealismos imposibles que terminan por cuartar y deteriorar toda posibilidad de amar y de disfrutar. 

El amor es posible para quién logra hacer de su vivencia una posibilidad más allá de la idealización y los fantasmas y temores que a todos nos puedan agobiar; el amor es una posibilidad para quién se arriesga a amar, no lo que quiere amar, ni lo que debería amar, sino lo que lo desborda desde el fondo de su alma, lo que lo apasiona sinceramente y hace que sus ojos brillen de tan sólo hablar al respecto, que cambie el tono de la voz y una fuerza insospechada lo invada tan sólo con recordarlo.

Para terminar, les contaré un secreto: No hay nada más fácil y emocionante que enamorarse de alguien apasionado, eso es el amor como posibilidad ;)




[Escrito: viernes 01/05/2015]
Felicidad. Amor. Pasión. Alegría. Alegría.