*Nota introductoria (Advertencia): En esta carta hablo de Sergio. Considere con cuidado si desea leerla porque la escribo con pocas reservas y mucha sinceridad. Aclaro que en ningún momento es mi deseo el causarle malestar a alguien, como tampoco pretendo compartir morbosamente información.
Envigado, viernes 1° de Agosto de 2014 (1:52 am)
Para:
Juanda
E.S.M.
Hombre…
hace rato que no hablamos.
¿Cómo
vas?
Aun
me espero… espero que algún día no te vayás cuando queremos hablar… pero vos
sos como la menstruación: entre más se te espere, más tardarás en venir, pero
al fin de cuentas, eventualmente terminarás viniendo.
Espero
con ansias hablar con vos, sea de Hermenéutica, sea de tu padre o lo que te
venga en gana. Te diría que te hablaré de hermenéutica en esta ocasión, pero
no.
Por
mi parte, tengo mucho que contarte…
Se
suicidó un gran amigo.
Vos
sabés que yo soy hijo único, de manera que nunca tuve hermanos sino amigos muy
cercanos. Estando más chico, a ellos les decía “hermano” sin darme cuenta, y a
penas con la muerte de Sergio, con su ausencia, pillé el sentido. No sé si me
han hecho falta hermanos, o me han sobrado amigos, quizá ambas…
Con
el tiempo se han sumado nombres a la lista, pero también han ido saliendo uno
tras otro, separándonos en los distintos caminos que decidimos a cada momento.
Vos conocés a varios, además, vos sos uno. Jose Gabriel, Nicolás, Jose Luis, el
mismo Alejo… Óscar, Camilo Claudio, Juanes, James, Pérez, Villegas, Pupu,
Calle, vos, Zubieto, Vieco de vez en cuando, Pipe, David, Pulido… Sergio…
Vos
sabés cómo soy. Obviamente nunca se lo dije a ninguno más que como una simple muletilla
para nombrarlo, pero siempre lo sentí y lo pensé. Dice una canción de Leiva,
uno de los dos de Pereza “nunca nadie supo la verdad”. Y güevón, no me pongás
problema por el concepto de “verdad”, que vos sabés con claridad cómo lo
concibo: forma discursiva de carácter axiomático.
Que los
vientos no traigan
Siempre un
nudo en la garganta.
Para ya, ya,
ya, ya, ya
Que te vas a
quedar en nada,
Que te vas a
quedar en nada,
Que te vas a
quedar sin alas…
Cuídalo bien.
No voy a
soplar las velas.
Hoy vengo
muerto, quiero gritar.
Los veranos
en ruta
Me salvaron
otro año más.
Nunca nadie
supo la verdad.”
Se
llama “Nunca nadie”, es una de esas que escucho en San Pedro; aparentemente el
bajo me hace falta sólo cuando tengo calor.
Sí,
nunca se lo dije a nadie… quizá sólo a los primeros dos, nunca con claridad.
Pero cuando supe que no lo volvería a ver, a Sergio, supe que él era uno de
ellos, que se agregó a la lista hacía ya tiempo. Yo ya lo sospechaba hacía unos
meses, pero decidí no echarle cabeza en ese momento. Me dolía mucho porque él
se encontraba lejano de mí, así que no lo quería pensar… además de que yo
andaba con otro lío, uno menos amable. Vos sabés cual jajaja, ¡pero shhhh!
Resulta
que el muy güevón se colgó. Eso ya estaba claro, él lo había anunciado hacía
muchísimo tiempo y dos personas lo sabíamos directamente y con claridad. Yo
llevaba ya años intentando que ese pendejo siguiera con vida, anduve pendiente
de él, pero cuando lo vi inclinándose hacia la repetición intenté dar un paso
atrás… claro, yo mismo no me lo permití y me quedé ahí, intentando cuidarlo,
pretendiendo salvarlo. Sé que vas a decir que yo soy muy tierno, que soy un
amor… no tengo cómo contradecirte, yo soy un amor con mis hermanos.
Eventualmente
me alejé de él para darle un espacio en la relación que entabló con una chica
con la cual también amisté al tiempo; aun siendo una relación supremamente
voluble y ambivalente, él la disfrutaba y la padecía con intensidad. Pathos, él
siempre fue un apasionado.
Hasta
ayer… no, hasta hoy, me sentí culpable por su muerte, pero logré
conceptualizarla de un modo más amable: pensaba que yo había inducido la
emoción que lo empujó a suicidarse… pero no; creo que sólo clarifiqué sus
motivos y él tomó su propia decisión. Alabado sea Santiago, mi terapeuta, por
esta revelación. Hoy dormiré liviano.
Además
se mató en la misma habitación que murió su padre; completó la escena. Él nunca
pudo superar eso, y siempre me dijo que su padre se había suicidado porque
decidió optar por el machismo, la terquedad y el egocentrismo antes que por su
vida, que era un cobarde, una gallina. A él, a su padre, lo mató un cáncer
frente al cual se reusó a ser tratado y Sergio nunca se lo perdonó, además de
que siempre buscó un padre en la gente, en su entrenador, en Andrade, en mí, en
otros tantos. Lo fantasmático de las relaciones humanas es apasionante e
intenso, pero confrontador.
No
sé si morir en el mismo lugar y bajo una modalidad similar a la que él
conceptualizó, el suicidio, será muestra de haberlo perdonado. Freud en varios
momentos habla del suicidio como asesinato y como suicidio al tiempo, además
del asunto de las escenas fantasmáticas del Acting-out
y el Pasaje al acto en Lacan. ¿Quizá
por fin mató al papá? No sé, pero evidentemente no sobrevivió a eso. Es un Acto como tal, uno irrepetible, pero un Acto a fin de cuentas, el más claro de
todos, el acontecimiento vitalicio y primordial. Bueno, ya ni modo preguntarle.
La
ventaja es que no sólo ya no me siento culpable, sino que esto me ha ayudado a
impulsarme un poco más a la adultez, hacia algo de sabiduría. Volví a crearme
otro nombre, está en gestación, comencé la casa por el tejado, como dice Fito
Cabrales (el de Fito y los Fitipaldis), pero ese es tema para otro día, o para
otro texto.
Volver,
volver a ver en a la universidad fue fuerte, me salieron dos lágrimas, de esas
que no preguntan, sino que atropellan mi voluntad e inundan mi rostro. No pude
evitar observar con una profunda nostalgia la banquita donde nos encontrábamos.
O bueno, una de ellas.
Sólo
pude llorar a los días, no sé si 3 o 4. Ana puede saber mejor que yo. Iba con
ella en su carro, de copiloto gasolinero, como siempre, y por poco ocurre un
choque entre autos frente a nosotros. Yo me asusté, sentí que me iba a morir…
yo si vi el choque y, en pánico, algo lloré. Fueron pocas lágrimas, asustadas,
comprimidas, pero algo salió. Sentí que me moría y luego descansé. Con eso
desapareció el hueco en el pecho que tenía, la resolución de la culpa a penas
vino una semana después.
La
misa que la familia le hizo fue una mierda. Hombre, fue terrible, yo estaba
desesperado, quería matar al cura y a la hermana de Sergio. ¡Qué mujer más
bullosa y culposa! Que desespero esa diada de religiosos.
La
gente llora mucho, no sé si por hacer drama o qué. Yo escribo mucho y no espero
ser leído, al contrario que ellos que, incluso se molestarían si no son leídos
a su gusto. Me siento relativamente autóctono frente a ellos en estas
situaciones.
Esperé
poder salvar a Sergio mucho tiempo, Yo sé que no tengo derecho a decirlo por lo
que te conté el otro día, pero para mí es absolutamente coherente. Él pretendía
huir en ese tiempo, yo terminar tras haber hecho lo que tengo aun qué hacer;
así que pasé mucho tiempo desesperado, angustiado, triste y melancólico por no
haber podido salvar a mi hermanito… ¿te he contado la historia de “Por mi
tripa” de Pereza?
Es
el hermano, no sé si de Leiva o de Pozo, pero es un cocainómano pesado y es
algo que a su hermano le pesa muchísimo; algo así. Esa canción me acuerda a él… y no lo
pude salvar.
Llegué
a una sentencia: La psicología sirve para cuidar locos, no para salvar
suicidas. Ante eso, Santiago respondió que no era muy razonable pensar entonces
que yo pude haberlo salvado o incluso inducido, a lo que yo repliqué que el
loco era yo; pero él tiene razón.
Es
cierto, yo no lo condené ni lo salvé, siempre fue su decisión y él se afirmó a
sí mismo, a su existencia, como destino y como decisión, como acto, con su
suicidio. No quiero quitarle eso con mi delirio de control y saber, no. Siempre
fue su decisión hasta el final.
No
obstante, esta conclusión no me ha rescatado de mi propia mente, de la
nostalgia, la melancolía, la culpa y el dolor. Tan sólo hoy pude rescatarme de
mí. ¿Te acordás de que me mandaste State
of love and trust de Pearl Jam como respuesta ante Concretud y disolución? Jajaja, ¡esta vez no me disolví! Sólo tuve
un hueco en el pecho, son buenas
noticias, y con el cambio de nombre creo que esto va a mejorar mucho más.
Al
principio pensé que él era un güevón por haberse suicidado, pero ahora creo que
fue sensato de su parte llevar a cabo (lo digo amando y odiando a Heidegger) el
deseo que hace tanto tenía: una vez muere su padre, el peso de su madre recae
sobre él, oh mujer asfixiante, simbiótica, ambivalente, culposa, culpante,
culpable, desesperante, persecutoria, manipuladora, desgraciada. Los duelos se
hacen por las buenas o por las malas, pero uno no se va de esta vida debiéndose
nada.
Si,
quizá el más sensato sea el suicida. Empédocles de Agrigento, el filósofo
griego que abogó por el Physis equilibrista, se arrojó al Etna, al volcán,
supuestamente para dar un final suficientemente digno, honorable, a su altísima
existencia. No sabe uno si se reconcilió con su pequeñez en el vuelo hacia el
volcán, o si Sergio lo hizo, pero seguramente tuvo tiempo para pensarlo.
Deduzco entonces que, si bien el acto del suicidio puede ser sensato y recrear
con claridad la escena de la asfixiante angustia de la pérdida de un ser
querido y la persecución, los motivos del suicidio y el suicida mismo pueden
carecer de sensatez. Bendito sea Aristóteles, amén.
El
pendejo no llamó a nadie esa noche, él sabía a lo que iba. Se disculpó por lo
que me dijo antes de hacerlo, y me dio las gracias por mi amistad. ¿Habrá
tenido una epifanía? Me decía que no se sentía bien, que se sentía flotando…
algo se reveló a sí mismo, algo se permitió sentir, estoy seguro de eso. Lo
último que le dije fue que escribiera, y ahora soy yo el que escribe de él.
Le
pesó hacerse responsable de lo que vivió con ella, con esa noviesita con quién
entabló su última relación. Le costó mucho asumirse responsable de lo que él
mismo gestó con su vida, en su relación y en su mundo. Quién sabe si su propia
culpa lo mató, y quizá sí, él siempre deseó expiarse, extirparse, y bueno, quizá
lo consiguió finalmente.
Tenía
ese delirio de poeta maldito, incluso le gustaba el francés. De poeta maldito y
de Edgar Allan Poe. Él no quería misa, pero el muerto ya no se pertenece a sí
mismo, le pertenece a los que dicen llorar por él escandalosamente. Podría
incluso decir que él me dijo en alguna ocasión que él era vitalista, como
Nietzsche, o que era nietzscheano, y nadie podría decir lo contrario. La verdad
es un juego discursivo y, con el paso del tiempo, un juego jurídico, Foucault.
Pero sí, si me lo dijo, y yo le decía que no entendía él a qué Nietzsche estaba
leyendo; imagino que al de Wikipedia jajaja.
Él
me dijo que no se sentía bien; y sí, aparentemente estaba mal, pero no creí que
se refiriera a eso. Pensé en llamarlo, pero decidí no hacerlo, preferí no
hacerlo. Pensé que era un momento de él con él, que no era lugar para mí en su
mundo. Acerté.
Su
suicidio fue su decisión y su responsabilidad, no la mía. Él lo eligió. Yo tan
solo hablé con él y clarificamos sus percepciones y motivaciones, también las
mías, y él decidió a conciencia qué hacer con su vida. No le quitaré nunca el
nombre que él decidió darse con su acto, yo no tengo y nunca tuve poder sobre
él, así que lo puedo dejar morir en paz. Me refiero a mi propia paz.
Él
pudo ser mi hermanito, pero siempre lo vi como alguien igual a mí en términos
de capacidades. Aun así, siempre sostendré que él no entendió ni a Nietzsche ni
a Schopenhauer, pues, más allá del tema del suicidio. Él no estaba loco, pero
entendía lo que le daba la gana. Quizá todos seamos así, pero él lo era más
patentemente. En vida, él no estuvo de su parte.
Vos
llegaste a verlo, quizá una o dos veces. En el cumpleaños de Ana sé que lo
viste.
Es
curioso todo esto. No hubiera pensado que su suicidio sería un motor tan grande
en mi vida, algo que me motivaría, que me daría impulsos para asirme adulto,
para confrontarme con mi propio niño interno, el “mal hijo” que habitó en mí y
que por fin pude dejar morir con Sergio.
Cuando
él murió, soñé a la segunda noche (la noche del día de la misa) con un retrato
familiar en el que estaban los padres y el niño en el medio, lo abrazaban. El
niño era él y ya se llevaba bien con ellos, en especial con el padre.
El
retrato es una representación de uno de los de mi familia. Es el único recuerdo
que queda de un busito verde que boté, se me perdió en la calle un día y me
regañaron muchísimo por ello. Ese día me sentí un mal hijo. Quizá con la muerte
de mi especular hermanito también algo de ese “mal hijo” que habita en mí
cambió, se re-estructuró, se transformó, murió, y tomó nueva forma.
Sí,
creo que era una situación que me hacía falta para semejante cambio que estoy
experimentando, una transformación de raíz que ya se veía venir desde hace
tiempo pero que, por algún motivo, yo no había aun llevado a cabo. Seguramente
me hacía falta una crisis.
Ante
la intramitabilidad de la muerte, la de alguien tan cercano como él, necesité
jugar esa carta: la carta de “El Sabio” que me permite asir y fluir con
tranquilidad. El mismísimo James Joyce me ha iluminado con su psicótica
sabiduría identificatoria y he virado la moneda que mis padres tan amablemente
prensaron para nombrarme; el otro lado de esta siempre estuvo libre para mi
propia inscripción. ¡Soy padre de mis nombres desde los 12 años! Ahora no me
queda más nombre ajeno que mis apellidos; con esto y el viento frío que me
acompañan esta noche me basta para seguir potente y vital, y un poco más sabio
que ayer, que hace dos semanas.
Hombre,
me escribiste que reconociste en vos las faltas de tu padre. Yo quería
escribirte para decirte que no te mataras por favor; es en serio, al menos no
te matés por ahora.
Sé
que vos no lo harás, pero… me hizo falta decirle eso a Sergio: “Oe, no te
matés, no te matés por favor, al menos no hoy, al menos no por hoy.” Resulta
que le dio por matarse el mismo día del cumpleaños de Sara, mi amiguita de toda
la vida de la unidad.
Este
taco en la garganta es brutal.
Si, Sergio… me duele no haberte dicho que no te
mataras por favor, y ya no podré decírtelo más que en estas letras, en mis
textos. Te pedí que escribieras, ahora te escribo a vos. Me hubiera gustado
decirte que no te mataras por favor, pero juro que descansé cuando me dijeron
que efectivamente te habías suicidado. Esa tención de estar tras de vos diario,
preocupado, atento, en pánico… fue terrible, absolutamente desgastante y
doloroso. No era sostenible seguir en esas, nunca ibas a parar, nunca ibas a
dejar de amenazar con eso; así que te juro que por fin descansé.
Juanda,
vos sos distinto. Vos no has amenazado con eso, a vos nunca te he cargado, así
que te lo digo sin ningún reproche: Juanda, hermano, no te suicidés por favor.
Deseo tener mucho más tiempo para hablar con vos, claro, cada que te de la puta
gana de volver… pero aquí estaré, estaré más que nunca, para cada uno de mis
hermanos. Los amo a mi manera, y me hacen falta como gusto de la suave
distancia y los calurosos reencuentros.
Hoy
soy este viento frío que los saluda a todos por igual y que con ternura declara
su cariño y su fuerza, su constancia para acogerlos y su paciencia para
soportarlos.
Juanda,
vos sabés cómo soy como yo te conozco a vos, y los dos sabemos que ambos
lloramos algo leyendo esto. Te mando un abrazo fuerte con mi tinta, con mi alma.
Y si, yo tampoco quería hablar de Hermenéutica jajaja.
Me
despido de vos; como siempre, es un placer escribirte.
Con
cariño y sinceridad, sin reserva alguna, tu auto-nominado hermano.
-José David.
*Nota 1: Si alguien decidió leer esto, le pido el favor de que lo guarde para sí mismo, de manera ética, discreta y prudente. Es un tema delicado para varias personas y lo seguirá siendo por un tiempo. Confío en los pocos lectores de este espacio.
*Nota 2: Este mes he escrito mucho, pero asuntos de otro orden, mucho más introspectivos y aparentemente desorganizados. He sentido desde que escribí esta carta que no puedo publicarla y, a raíz de eso, no he podido escribir o publicar nada más del estilo de este Blog. Definitivamente es mi desnudez y ponerle un límite implicó transgredirme... a penas hoy logro, aun con algunos miedos, publicarme y publicar a Sergio con sinceridad, sin muchas reservas.
*Nota 3: Sinceramente espero no ofender a nadie con esta carta, no ha sido mi intención en ningún momento. Si alguien definitivamente le ocasiona malestar, por favor comuníquese conmigo. No me gustan los problemas ni incomodar a las personas, así que seré receptivo en caso de que alguien se sienta incomodado u ofendido por esto.
*Nota 4: Lo comparto por una infinidad de motivos. Ustedes no tiene idea del descanso que siento por poder publicarlo por fin, es una tarea enormemente terapéutica para mí. Este texto, esta carta es una letra desnuda, este es su lugar, no el olvido ni el reproche, no el silencio ni el vacío. Hoy dormiré tranquilo tras librarme de mi propio silencio hipócrita. Me alegra que este espacio sea tan íntimo y privado como para poder hablar con sinceridad, sin contenerme. Por fin puedo sacarme este taco de la garganta y dejar de callar a mi amigo, a mi hermanito, y dejar de callarme a mí. Cierro mi silencio, puedo hablar libremente... Hasta siempre.
*Nota 5: Gracias por leerme... y gracias por acogerme con sus lecturas. Gracias, muchas gracias.
*Nota 6: Diré y seguiré diciendo que Sergio me quedó debiendo 20.000 pesos; sé bien lo que digo: le reclamo al malparido que matándose me quedó debiendo un amigo, un amigo muy importante que jamás podré olvidar. Poco a poco lo voy aceptando, y quizá algún día deje de ser un reclamo y se vuelva un simple chiste para nombrarlo, o deje de nombrarlo... pero, por ahora, sigo extrañando a mi amigo, a mi hermano.
*Nota 7: Casi a dos años de su muerte, por fin puedo dejar ir esa pequeña deuda de mi amigo. Así, como fue, estuvo bien. De verdad que así estuvo muy bien. Gracias por todo, amigo mío. [Junio de 2016]
[Escrito: viernes 01/08/2014]