sábado, 31 de enero de 2015

Los que están en navidad

Hoy en día el asunto de la pólvora pareciera ser mas complicado que el dudoso porvenir de nuestro país por la radicalidad de las opiniones que confluyen en este tema. Me explico:
  • Están los que mandan a la mierda sus ahorros haciendo uso de la pólvora de modo recreativo, sujetos a los que se acusa de hacer daño a los animales que sufren innegablemente, hacer daño a otras personas y al medio ambiente.
  • Están los que mandan a la mierda al grupo de personas anteriormente mencionado que, con alguna suerte de Ínfula mesiánica, pretenden salvar al mundo insultando y puteando al prójimo, o a su madre en su defecto.
  • Están los que mandan a la mierda al segundo grupo de personas por fascistas, con justo motivo pero sin una mejor solución que la de ellos.
  • Están los que mandan a la mierda a todo el mundo porque querían dormir anoche y no pudieron. Qué pesarcito.
  • Están los que pretenden hacer entrar en razón a los dogmáticos de cada uno de los bandos previamente nombrados, y que los terminan mandando a la mierda porque no los pueden convencer de ser políticamente correctos.
  • Finalmente, están los que todo les vale una mierda e intentan no preocuparse tanto por estos eventos y los sujetos que ya mencione.

Lo cómico del asunto es que, los que terminan disfrutando de la navidad son primeros y los últimos, el resto se la pasa haciendo un mierdero de las festividades.

Feliz navidad! :)


[Escrito: martes 02/12/2014, motivado por la pelotera que se arma por la alborada al inicio de la navidad en Medellín]

Hablar de amor

Nota: Este texto es de dos partes. Los dos lados de la moneda que la componen.
Nota 2: Yo sé que el segundo casi no se entiende. Gracias.


Amar. ¿Por qué me preguntas qué pienso del amor? –cuestiono–.

Me gusta amar más de lo que le temo al amor, y más de lo que me desespera…que no es poco.

En cuanto a ser amado, bueno, aun me cuesta entender y aceptar el idioma en que se encuentra cifrado el amor del otro porque, claro está, no es el mismo idioma mío. El gran problema que los seres humanos tenemos con el otro es que no son uno, entonces intentamos volverlos como nosotros aun sin darnos cuenta y rabiamos ante no lograrlo; querella fútil.

El amor me apasiona. Si, el amor es una pasión que hay que cuidar, pero también de la cual hay que cuidarse, ambos en su justa medida. Aristóteles merece aquí una mención.

También me resulta apasionante hablar de amor. Es como intentar rodear esta sensación indecible, indescriptible, arrebatante, e intentar hacerlo un poco más preciso y conceptual, como si eso fuera a darle alguna solidez, como si pudiera hacerse menos etéreo y más tangible para nosotros… y después soltarlo con la tranquilidad que me brinda saber que nunca pudo haber sido asido.

No diría que este sea un esfuerzo infructuoso; todo lo contrario, lo veo como un juego hermoso: es como tomar un poco de agua de un riachuelo frío y limpio con tus manos, ver como ella se escurre lentamente entre tus dedos como una caricia y, sin afán alguno, devolverla al riachuelo, el cauce del que viene, con delicadeza para que siga su curso cuesta abajo. Tan sólo esa sensación, el frío en las manos, la humedad, el transcurrir… tan sólo con eso basta para que valga la pena, sin importar que se haya extraído exitosamente agua del riachuelo o no.

No se ama para ganar algo, cosa que no hace al amor útil o inútil. Se ama porque se desea y eso basta para justificarlo de principio a fin. El deseo basta para hacernos saltar al vacío de la otredad una y otra vez, cuantas veces sea necesario y, aun cuando siempre duela, también siempre valdrá la pena.

El movimiento al amar es, como al hablar del amor, un acontecer constante, un devenir incesante. El amor no se tiene, tampoco se tiene un novio o una novia; no es algo que se pueda tener. El amor se vive y siempre en infinitivo, como si cada instante estuvieras en un “amar” que es sucedido por un nuevo “amar”, y así infinitamente: “Amar. Amar. Amar. Amar”. Se vive distinto a cada instante porque a cada instante somos distintos, todos, vos y yo, la persona de la que estés enamorado o enamorada… todos cambiamos a cada instante y, en este instante, ya ni vos ni yo somos los mismos del primer párrafo. Se ama por hoy, aquí y ahora; bien podríamos decir “te estoy amando” en vez de “te amo” sólo para recordarnos de la temporalidad del deseo y lo impulsivo de la pasión.

Intentar asirse al amor es matar la pasión, estancar al deseo. No hay forma de aferrarse a una vivencia como no hay forma de tomar todo el mar con tus manos: sólo puedes vivirlo, sentirlo, disfrutarlo por el instante que dura y dejarlo pasar como el agua que se escurría entre mis dedos en ese riachuelo en Barbosa. Si no amas el transcurrir, si no aprendes a disfrutarlo, mucho te costará amar lo finito en tu vida y disfrutar de tu vida finita.

El deseo fluye y siempre estamos deseando nuevas cosas, personas distintas. Fantaseamos con otros rostros y otros cuerpos, o con el mismo de mil y una maneras diferentes. Por eso el amor es un salto al vacío, un bello intento por hacer frente al avismo que nos separa de la otredad y hasta de nosotros mismos. El amor es entonces una ligazón improvisada pero recursiva que siempre se está moviendo y cambiando, no hay cómo aferrarse de aquello que no tiene asidero alguno.

Y este pequeño texto también es amor, también es un salto, uno renovado, un salto hacia quién pueda leerlo y disfrutar de mi modo de rodear el amor con palabras para soltarlo tranquilo. Estas letras son un regalo para quién pueda escucharme decir con sinceridad: del amor yo no sé, y amo como escribo: apasionadamente.


[Escrito: madrugada del martes 27/01/2015]
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(…)

Tenemos un muerto que nos une, el deseo que nos interpela, la lujuria que nos atañe y un ideal que –sin darnos cuenta– toma carne, toma nuestra carne para hacerse vivencia como un acto de Creación, “un agenciamiento” diría Deleuze, el agenciamiento de una relación, sea cual sea, pero tejida por dos deseantes que no cesan de devenir, acontecer y fantasear (se). El delirio es la condena de crear por accidente.

La Cosa (Das Ding) es el sexo y el amor que acontece desmedido entre estas débiles cañas azotadas por el colérico mar que nos engendró, Pontos, quién a diario nos reclama para sí en las profundidades. Somos la espuma del Archipiélago de Hölderlin, somos Jonia que florece en la voluptuosidad, que emerge en el horizonte como el sueño de un loco: un sueño más tangible que la propia realidad, un mundo distante y, sin embargo, posible. Extrañamente posible. Un sueño que se experiencia internamente, con mayor intensidad que la vida misma… somos deseo que florece en la costa griega, tan intenso que necesitará palabras nuevas para intentar expresar lo que nunca se ha podido decir; por ello el amor requiere de nuestros cuerpos y no sólo de palabras. Nos toma por la vida, nos sacude con fuerza y, antes de que nos demos cuenta, terminamos por aferrarnos exhaustos y asustados a otro cuerpo embriagado en la misma locura.


 Cuando amamos volvemos a nacer en el límite de lo posible, rozando la muerte y la otredad.  Amar es un riesgo enorme, pero quizá es el único riesgo que de verdad vale la pena correr en esta vida.

(…)


[Escrito: madrugada del miércoles 28/01/2015]

Las disciplinas Psi (Ψ)

Una de las nociones que me ha ocupado este año es la delimitación: he emprendido un esfuerzo por delimitar los conceptos que habitan en mí. Este proyecto ha sido la parte académica de Alguna letra desnuda y continuará siéndolo unos años más, sin contar las implicaciones más subjetivas y literarias de ello.

Una parte importante de esta delimitación se ha movilizado por mi propia actividad terapéutica como practicante y por mis experiencias en terapia/análisis, de modo que, con un empujoncito a mi favor de parte de Santiago (mi analista), logré también tener alguna claridad de mi parte sobre cómo concebir las disciplinas Psi.

Aunque estas ideas que expondré a continuación aun tienen mucho por pulir y son dicotómicas en alguna medida, me satisfacen como conceptualización y me he sentido muy feliz desde que logré organizarlo… después de todo, con esto aclaro por completo el gran embrollo en el que conviven las disciplinas que se ocupan del alma humana y también me brindo amables luces a mi propia actividad como practicante próximo a graduarse.

También anoto que esto es lo que yo pienso en este momento de mi vida, que está sujeto a cambios y reorganizaciones y que yo me encuentro más que abierto a las sugerencias que cualquier persona tenga al respecto;

Aclaro que de ningún modo pienso que sean formatos rígidos: cuando se hace práctica de alguna de estas disciplinas, siempre se echa mano de manera más o menos consciente de las otras. Mi intención con esta delimitación es delimitarlas teleológicamente en la teoría y construir una pequeña guía para la práctica, pero no actuar de ente coercitivo.

Además, todos los procesos psicológicos, psicoterapéuticos, psicoanalíticos y psiquiátricos exigen un acto creativo tanto del psicólogo, terapeuta, analista o psiquiatra, como del paciente. Dicho proceso creativo no puede ser delimitado por la teoría, sino que es un producto subjetivo que emerge en el mutuo proceso.



Psicología: Logos y ciencia
La psicología es  la “ciencia” que estudia el comportamiento humano. Esto incluye el estudio del comportamiento, la cognición, el pensamiento, la emoción, la  motivación, el apego y todos los procesos psicológicos básicos y superiores.

Para este estudio, la psicología utiliza el método científico, valiéndose de un proceso investigativo que comprende  observación, exploración, medición,  evaluación, comparación, diagnóstico, pronóstico, análisis estadísticos y generalización.

Su objetivo es, a través del proceso investigativo bajo la metodología científica, lograr determinar las leyes generales que rigen el comportamiento humano, pudiendo entonces explicarlo a cabalidad humano y pronosticar con exactitud las conductas esperadas para un sujeto en determinada situación.


Psicoterapia: Foco, “enfermedad”, “cura” y cuidado
Conceptualizo dos formas distintas de psicoterapia de acuerdo a su aspecto teleológico aun cuando ambas operan por la “cura por la palabra” y ambas se enfoquen en algún tema en específico de acuerdo a la situación.

1.       Verdad y veredicción: Es una psicoterapia que pretende adaptar al sujeto a lo que este debería ser, independientemente de lo que ello sea, y sin importar el nombre de la “corriente” terapéutica.

En esta medida, conceptualiza los comportamientos que no se adapten a la conducta esperada como índice de “enfermedad mental”  o como “enfermedad” en sí mismos y ofrece la “curación” del sujeto como tal o de dichos comportamientos mediante su desaparición, pues son dañinos, enfermos, disruptivos, des-adaptativos, desorganizados, perversos, psicopáticos, patológicos, etc.

 Aquí se da un proceso de veredicción ya que el terapeuta le dice al sujeto la verdad sobre sí, es decir, se le dice qué o cómo debería ser y, posteriormente, se le dice cómo debería adaptarse a esto, cómo debería cambiar o cuál debería ser su transformación. Siendo así, el terapeuta es un vere-dictador, encontrándose ubicado en un nivel superior al paciente y gestando una relación vertical, una estructura de poder y dominación.

Busca adaptar al sujeto a:
  • La sociedad: El sujeto se considera un desadaptado que necesariamente debe ser readaptado a la sociedad, a una empresa, a un colegio… es decir, al comportamiento normal y moral, a lo considerado “bueno” en una situación específica por la cultura imperante.
  • El comportamiento esperado: Al pensar de manera evolutiva o desarrollista al sujeto, busca adaptarlo a lo que se espera de su momento evolutivo o condición  específica, como en el caso de una rehabilitación cognitiva tras un accidente.
  • Sí mismo: También existen nociones terapéuticas que hablan de un sí mismo al cual un sujeto debe adaptarse… claro, cada noción terapéutica tiene su propio sí mismo como horizonte.


Así, estas formas de terapéuticas tienen algo que ofrecer al sujeto-paciente: una verdad acerca de qué debería ser y una metodología que lo adapte, siendo esta el proceso terapéutico propiamente. Constituye entonces un movimiento pro-cultural en que se determina que la causa de todo sufrimiento es la desadaptación, que la desadaptación es una enfermedad y la cura es el proceso de adaptación, re-adaptación, psico-educación o reeducación.


Aquí, la cura por la palabra es unidireccional: el terapeuta “cura” al decirle al paciente qué hacer con su vida.


2.       No verdad – Principio de “no contradicción”: Es una psicoterapia que pretende acompañar, apoyar y ayudar al sujeto-paciente en el esclarecimiento de quién es él o ella y qué quiere, sea cual sea su deseo.

Para ello, se vale del cuestionamiento de lo aparentemente contradictorio en la formulación del deseo y en la postura que el sujeto toma frente a este o frente al mundo, todo en aras de dar soporte a este proceso de esclarecimiento, facilitándolo. Así, apunta a la gestión de una posición ética inédita, una creación personal del paciente para sí mismo.

De este modo, no se ofrece una cura como tal ni una verdad al paciente desde la cual pueda leerse, sino la posibilidad de agenciar un proceso de re-posicionamiento subjetivo y de elaboraciones que le permitan sufrir y disfrutar de la vida de modos que le sean más agradables, de acuerdo a sus propios gustos.

Al ofrecer un espacio en el que el paciente mismo pueda esclarecer quién es y qué desea, da pie para la elaboración de una postura ética que le permita asumirse responsable de ello, pudiendo facilitar el cuidado de sí y de los demás en la medida que así lo desee.

La función de la palabra se da como vehículo comunicativo entre ambos sujetos que se ubican horizontalmente, ya que el terapeuta no tiene ninguna verdad que ofrecer al paciente. Además, ya que no se realiza una acción coercitiva o educativa frente a los deseos del paciente, este espacio terapéutico conforma un movimiento para-cultural o contra-cultural, dependiendo de la perspectiva en que se mire.


Psicoanálisis: Escucha y efectos terapéuticos
El psicoanálisis es una “psicoterapia” muy especializada. Siempre tiene como principal herramienta la escucha y conforma procesos relativamente largos si se comparan ante otro tipo de psicoterapias.

Aun cuando existan tipos de psicoanálisis que no son estrictamente terapéuticas, todos ellos tienen efectos terapéuticos que se explican a través del “la cura por la palabra”, el mecanismo catártico que Freud exploró y que conceptualizó complementariamente con el paso de lo inconsciente a la conciencia y, posteriormente, con la idea de que allí donde ello era, que devenga yo.

De acuerdo al enfoque y la orientación, puede ser de varios tipos pero con dos objetivos distintos, dando pie de nuevo a una división teleológica:

1.       Ofrece verdad: Hace un movimiento pro-cultura psicoanalítica al ofrecerle al sujeto la verdad de cómo él o ella debería ser, o qué debería hacer para considerarse un sujeto suficientemente “analizado”, adaptándosele a lo que este estatuto requiera .

Se puede identificar fácilmente porque son psicoanalistas con algo qué ofrecer más que su escucha, aunque sea el audaz (quizá demasiado audaz) ofrecimiento de puntuar el discurso de un sujeto que habla con miras a hacerle “atravesar” “el fantasma”; y sus efectos se pueden identificar aun con mayor claridad en las divisiones políticas de la cocina psicoanalítica.

Aquí, la condición de sujeto del analista queda relegada a una impostación acartonada, haciendo de esta una relación vertical fácilmente viciada por el exceso de poder que ya implica.



2.       No ofrece nada: En este caso, se hace un movimiento para-cultural psicoanalítico y un movimiento anti-cultural frente a la cocina política psicoanalítica.

El analista no busca el “atravesamiento del fantasma”, del Edipo o algún otro constructo teórico por parte del sujeto-analizante, sino que apunta al esclarecimiento de la fantasía que el sujeto hace por sí mismo, sin mayor influencia o dirección del analista. En este sentido, no tiene nada qué ofrecer más que  una escucha atenta (atención flotante) y su propia condición de sujeto para el encuentro analítico, condición que se pone en juego de manera horizontal.

Aclaro que esto no significa que sea un analista que calla, sino que respeta la subjetividad del analizante aun cuando pueda dar su opinión con tranquilidad como sujeto que se pone en juego, sólo que no la impone al analizante, ni puntúa sus palabras.

  • Nota: A nivel teórico y exceptuando el psicoanálisis freudiano que si ofrece una cura, se supone que ninguno de los psicoanálisis lacanianos tiene algo qué ofrecer al sujeto-analizante… Se supone que lo único que hace es acompañar el proceso “natural” del sujeto mismo de hablarse, sujetarse y re-sujetarse, nada más. De ahí que no tenga nada más que ofrecer que la escucha, alguna que otra pregunta y algún chiste.
    Siendo así, la idea de puntuar el discurso del sujeto es muy diciente pues ofrece noción de orden y verdad en el discurso, develando una estructura de saber-poder en el que se
    adapta a un sujeto a lo que el psicoanálisis espera de este en cuanto analizante, y es que “atraviese el fantasma”, ofreciendo también la certeza de lo que el analizante debe hacer consigo, y lo que un sujeto analizado debe ser, haciendo entonces las veces de represión. La aventurada pregunta que tanto se hace en la política psicoanalítica de “¿vos fuiste analizado por quién?” es consecuencia de esta situación.

    En este sentido, sólo el acto de preguntar con sinceridad hace justicia a la condición de sujeto tanto del analista como del analizante, al igual que la escucha.




Psiquiatría: Tratamiento médico y farmacología
La psiquiatría es una rama de la medicina dedicada al estudio y tratamiento de los trastornos mentales. Este tratamiento se da de modo farmacológico y tiene como objetivo evaluar, diagnosticar y rehabilitar a las personas con trastornos mentales, además de mitigar sus efectos y prevenir su aparición.


 Busca que las personas con trastornos mentales puedan adaptarse a la sociedad teniendo una vida “normal” de manera lo más autónomo posible, por medio del adecuado apoyo farmacológico.

 En sentido estricto, se trata de una terapéutica con la farmacología como herramienta principal para enfrentarse a la “enfermedad mental” y buscar la “salud mental”.

Cabe aclarar que aunque no exista una relación teórica estricta con el psicoanálisis, históricamente se han llevado de la mano debido a la relación médico-paciente. Aun así, eso escapa al enfoque científico de la psiquiatría.

Además, según pienso, a medida que la tecnología y los nuevos descubrimientos científicos lo permitan, la psiquiatría será subsumida por otras áreas del saber médico, en especial por la neurología. Este movimiento podía volver aun más parca la relación médico-paciente.




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Nota: Este es un texto completo, pero es una concepción que aun necesita ser pulida. Es mi primer esfuerzo por organizar las disciplinas Psi y de ningún modo pienso que esto baste para hacerlo... tan sólo es una concepción escueta, pero argumentable. Obviamente, aquí no me ocupo de su argumentación, sólo de su organización teleológica.

[El esquema en el que este texto se basa fue realizado el jueves 02/10/2014 y organizado el jueves 09/10/2014. Aun así, el texto como tal fue a penas redactado el domingo 26 y lunes 27/10/2014]

viernes, 30 de enero de 2015

ψυχή – Psuché

Nota: "ψυχή – Psuché" es la compilación de textos académicos en un volumen físico y virtual que me sirvió para hacer cierre del pregrado en Psicología y de las prácticas. Fue terminado e impreso el lunes 2/11/2014 y presentado el viernes 14/11/2014. La introducción y el cierre son los relatos que acompañan a los textos que compilé, que son: 
  1. La güevonada del psicólogo, o De la psicopatología a una ética de las pasiones
  2. Psicoterapia, terapéuticas del alma y mutuo cuidado de sí
  3. Las disciplinas Psi (Ψ)

Dichos textos también se encuentran en el Blog y tienen la etiqueta de "ψυχή – Psuché".


Introducción*

Mis tiempos subjetivos, los tiempos del modo en que vivo mi vida, tienen mucho efecto en mi existencia. Desde tercero de primaria, estos tiempos quedaron configurados por semestre, de manera que yo me ocupaba de hacer las reflexiones respectivas para evaluar, criticar y corregir, con esos términos. Gracias al paso del tiempo, he podido cambiar esas palabras y hacerme menos duro conmigo mismo.

Hace aproximadamente año y medio me encontraba bastante nervioso por el momento de mi formación académica que me encontraba próximo a iniciar: las prácticas. En ese momento yo ancaba cerrando el lapso de tiempo que había dispuesto para leer acerca de humanismo y psicoanálisis, pero el segundo aun no lo he podido cerrar.

Como para mí es más sencillo discurrir en la teoría, comencé por cuestionar desde lo teórico la praxis psicológica, sin dejar de tener en cuenta que la teoría nunca podrá abordar cabalmente lo que experimentamos en la vida. Así, me valí de mis pequeñas conversaciones con otras personas, y de mis experiencias como consultante para nutrir mis primeras reflexiones al respecto.

De este esfuerzo de lectura nacen dos textos, ambos con mucho por pulir. Ambos se gestan a partir de una tempestad emocional: una inmensa rabia con quién era mi terapeuta en ese momento y la urgencia de escribir algo que sentía atascado hacía tiempo; de modo que con ellos abandono ese espacio terapéutico y rabié por varios meses en contra de él.

Fue una gran oportunidad para escribirle a mi terapeuta que lo consideraba un güevón y cuestionar sus prácticas. Finalmente nunca se lo dije porque había dejado de asistir cuando hice el segundo.

Dos meses después, comencé mis primeras prácticas y la había emprendido en contra de la negación, es decir, la capacidad de hacerse el güevón voluntariamente frente a algo. La veía patentemente en las asesorías que realizaba en el colegio donde practiqué, cuando me comenzó a parecer sospechosa mi actitud ante ella. Ahí me di cuenta que yo mismo estaba negándome a afrontar la disparidad que había vivido en mi terapia.

Con el tiempo, de la lectura y las experiencias, entendí que yo fui demandando psicoterapia y él, en cambio, me ofreció un análisis de sesión corta frente al cual yo protesté, pero él insistió. Ahora lo respeto, pero ambos estábamos fuera de lugar… yo más que él, ciertamente.

 El reconocer esto, sin embargo, y tomar un paso por mi propio camino fue un enorme movimiento a mi parecer, de la manera que el título mismo lo expresa al ser la vía del transcurrir entre rabiar contra él a hacerme responsable de mis pasiones, es decir, pasé de culpar al otro a cuestionarme y moverme hacia una postura ética. Aquí nace La güevonada del psicólogo, o De la psicopatología a una ética de las pasiones, por eso tiene dos títulos, porque representa exactamente ese paso.

A partir de esto, al no estar centrado en exterminar la negación sino que pude considerarla como algo necesario para el psiquismo humano, entonces me centré en la pregunta por lo terapéutico… Era para mí sorprendente que las chicas que asistían a asesoría salieran más tranquilas, más tristes, más rabiosas, más felices o agitadas sólo por unas pocas palabras que yo pudiera decirles. Ese semestre, hice los cierres como pude.

Durante las experiencias terapéuticas del segundo semestre de prácticas me encontré con un cambio enorme en mi posición como terapeuta; definitivamente ya había pasado un semestre. En este caso, buena parte de las chicas que me pidieron asesorías eran desesperantes, y me enfrenté a la dificultad de enfrentar sus ires y venires como pacientes, lo salvaje de la transferencia de algunas y todas las acciones histéricas que por algún motivo no me llegaron en el primer semestre de prácticas allá, en el mismo colegio de chicas.




Confieso que atendí mucho menos de lo que debía porque no soportaba a la gran mayoría de esas chicas, así que me dediqué a otros asuntos más grupales, en que podía disimular mi inactividad y tedio. Al paso de un mes, sin embargo, varias de estas mismas chicas me buscan quejándose porque no las he atendido y terminan por contarme lo grandes que se han vuelto sus situaciones, así que al sentir tal demanda cedo para atenderlas…. Y ya había algo distinto.

Una vez más disfruté de las asesorías individuales, porque entendí que mi función como terapeuta también consistía en ser paciente con mis pacienticas, como dice Lacan, el que es realmente paciente es el analista.

Fui honesto con ellas cuando me preguntaron por qué no las había atendido… a varias de ellas les dije que mi motivo era que no las soportaba, pero que en ese momento si las podía soportar. Una de ellas, una chica de 6° que aun recuerdo bien, me respondió que ella tampoco soportaba mucho a la gente, pero que yo le parecía muy soportable porque hablaba con una voz que la calmaba… y ahí entendí que tanto yo tengo que soportarlas a ellas, con sus síntomas, ocurrencias y repeticiones, como ellas tienen que soportarme a mí, con mis propios ires y venires, y en eso consiste el contrato de la terapéutica, en soportarse mutuamente para dar soporte a un proceso terapéutico.

La asesoría inmediatamente siguiente era una chica gritona, cansona, excesivamente demandante… y cuando comenzó con el teatro habitual, la frené en seco. Recuerdo haberle dicho que gustosamente yo la acompañaba y apoyaba en su proceso, pero que no estaba dispuesto a soportar el escándalo que había montado en las dos ocasiones anteriores y ahí, en un arranque de sinceridad, le dije “yo te ofrezco mi cuidado en este espacio, pero sólo si estás dispuesta a cuidar de este espacio y de mí mientras estés acá”. Ahí comenzó la terapéutica, resultó que su asunto era con el cuidado (¿"pre-neurosis"? Etiqueta).

De estos eventos nace Psicoterapia, terapéuticas del alma y mutuo cuidado de sí, como un vómito de las conclusiones de lo que andaba leyendo por esos días y una condensación de lo terrible que fue aguantarse a esas chicas hasta ese momento. Igual tuve que soportarlas el resto del semestre y por nada del mundo trabajaría ahí de nuevo, pero fue más amable para mí.

Finalmente, Las disciplinas Psi (Ψ) no conforma un texto en cuanto tal. Su forma original es un mapa conceptual que habitaba en mi tablero. Al iniciar el pregrado de Psicología nació en mí esa duda de las diferencias entre la psicología, la psicoterapia, el psicoanálisis, y la psiquiatría (incluyendo a la antipsiquiatría) y realmente nunca me interesó resolverla hasta que comencé a diferenciar las terapéuticas de la psicología. En esa situación no podía entender qué era el psicoanálisis, y esa ha sido una de las tres cuestiones que me han ocupado este semestre junto con la psicosis y el suicidio de Sergio.

En el espacio terapéutico/analítico que emprendí a principios de este año, a plena conciencia de lo que demandaba, he podido abordar esta distinción y elaborarla con claridad con la ayuda de Santiago, que desde su condición de sujeto posibilita un espacio para conversar de los asuntos conceptuales que también me angustian.

Quizá el evento que motivó en mí resolver operativamente la distinción entre estas disciplinas fue disputa que ocurrió a finales de septiembre del presente año en la fundación donde estoy practicando, disputa que se da por un desacuerdo en un diagnóstico y que llevó a respuestas bastante sugerente por parte de los directivos, que consideraron mi despido.

Cuestioné muchísimo lo que ellos esperaban de un psicólogo allá y lo que en general la sociedad espera de un psicólogo… un psicólogo no puede cambiar mágicamente los pensamientos de alguien, como tampoco un psicólogo o un terapeuta pueden salvar a un suicida, cuando mucho pueden ayudar a que un “loco” aprenda a cuidar de sí.

Con esta discusión, que fue harto incómoda y angustiante para mí, decidí emprender de lleno esta distinción para aclarar qué función quería tener en la sociedad en un futuro cercano, cuando me graduara de psicología. Y así, con unas pocas palabras de Santiago, mi terapeuta/analista logré dar con la piedra angular de esta diferenciación.

Confieso que esta postura que él maneja en su análisis me es razonadorable (razonable y adorable) y, decidí continuar formándome en varias áreas del saber, profundizar en la psicología, pero continuar con la filosofía e incursionar en serio en el psicoanálisis. No creo que se pueda ser terapeuta sin ser filósofo, a menos de que se pretenda adaptar al otro.

Aun no sé si quiero ser psicoanalista, pero si sé más o menos cual es la posición que quiero tener como terapeuta y eso me alegra enormemente porque constituye propiamente el cierre de mis prácticas y del pregrado de psicología, mas no de mi vida académica, espacio en el que aun estoy joven, dando mis primeros gateos, aprendiendo a caminar. Así mismo, por primera vez estoy asumiendo una posición ontológica y epistemológica al decidir mi postura terapéutica, lo que me parece encantador porque todo ello significa un gran compromiso en mi vida, algo de solidez en lo maleable y volátil de mis letras.

Cierro esta introducción con gran alegría diciendo, como he dicho últimamente, que me quedan mis letras para puntuar mi existencia, para leerme y releerme, para conversar conmigo y abrazarme cuando me haga falta, como ahora que cierro este texto y cierro la última responsabilidad de las clases del pregrado.

Admito que me siento feliz y tranquilo con lo que he hecho hasta este momento y desde hace 5 años, el día en que llegué acá y conocí a Daniela. He cambiado muchísimo, y ahora me quiero muchísimo más. Me siento sereno aun cuando faltan 15 días para culminar esto, para entregar el trabajo de grado e ir a embriagarme con justo motivo y llorar como lloré el día que salí del colegio: a moco tendido, 4 días seguidos, desbordado, nostálgico, pero feliz y sereno a fin de cuentas.

Soy consciente de que hacer la maestría inmediatamente en la universidad y buscar trabajar ahí como joven investigador tiene mucho que ver con lo duro que es para mí partir de los lugares que aprecio tanto, pero esta vez asumo con gusto mi temor a irme y quiero quedarme más tiempo; aun así es mucho lo que lloraré, pero deseo llorar, me cuesta mucho desbordarme a plena consciencia y me gusta, es una gran oportunidad para quedar liviano de alma un par de años.

Una vez más, me presento: Soy mi nostalgia y mi serenidad, soy un cierre que me cuesta escribir, que me cuesta asumir, y una nueva apertura que aun no ha llegado con concretud.

Tengo miedo a entregar este libro porque sé que en el momento en que lo entregue comenzará el cierre como tal. Hoy me abordan el miedo y la nostalgia, me cuesta mucho dejar a mis amigos y temo disolverme en el olvido, lo temo a morir, como a nada en el mundo. Soy este terror que me atropella sin piedad antes de irme a dormir.

Me gustaría tener otro cierre, uno más alegre, pero acepto que cierro con miedo al futuro, con incertidumbres enormes que entorpecen mi escribir, mi transcurrir… pero no, estas son mis letras y este mi sentir. Quizá al comienzo del nuevo cuaderno, tras terminar todo esto, cuando pueda tener alguna certeza sobre lo que voy a hacer con mi vida el próximo año; quizá entonces mis letras hablen de esperanza y mi voz sea apaciguadora, pero hoy soy este manojo de nostalgias y miedos, estas lágrimas asustadas, aterrorizadas por el transcurso de vivir.



Cierre – Psuché & Pathos**
¿Por qué dejar el título para el final? Este librito es una recopilación de textos, como ya lo había planteado antes, alrededor de lo que he vivido con la praxis psicológica en estos últimos casi dos años. Dos años, porque son preguntas que comenzaron meses antes de iniciar la práctica como tal.

En estas páginas hago una radiografía de mi aliento en estos dos años, una serie de fotografías que pueden ser comparadas la una con la otra y dar la apariencia de movimiento, como un filme en celuloide. El título tan sólo me sirve para expresar con claridad que esta es mi respiración; en últimas, es mi alma puesta en letras, como suelo hacerlo cuando me hace falta o por simple gusto. Me sirve también para conceptualizar mi cierre como practicante, para suspirar y dejar ir las presiones que la práctica y el pregrado conllevan aun sabiendo que otras presiones y tensiones vendrán prontamente… Así, puedo dejar morir con tranquilidad este fragmento de mi vida que duró 5 años y comenzar otro empalmado precisamente con esta palabra, con esta intención.

Si, ψυχή es una palabra griega antigua bien especial, significa aliento. Específicamente, significa ese aliento con el que vivimos y que sale del cuerpo humano cuando morimos, esa larga y profunda última exhalación que escapa del cuerpo cuando cede su vida. Es a esto a lo que denominaron alma o espíritu los griegos, al aliento de vida.

En el devenir fonológico de esta palara, se le fue transformando con el uso hacia otra, cuyo sonido es bien similar y más conocida por nosotros: Psyché (ψυχή), que se escribe exactamente igual pero significa algo distinto. Significa “mariposa”. Sin embargo, ψυχή viene de ψύχω, que significa “respirar”.

La respiración es todo un mundo para mí. La gran mayoría de dados (Heidegger, Vattimo) o de “síntomas” que experiencio son respiratorios; valdría decir que fueron ellos incluso algunos de los más tempranos en mi vida… la asfixia y, años después, la alergia. Gran parte de mis pacificaciones conceptuales y terapéuticas han sido también respiratorias en esta medida, así que la noción de ritmo me ha acompañado toda mi vida, desde la asfixia hasta la tranquilidad, desde la música clásica hasta el metal.

Mi intención haciendo esta compilación, el texto de la introducción y este es justamente esa: respirar, hacer frente a la asfixia, la angustia y la incertidumbre frente a mi futuro por medio de las letras, porque escribiendo puedo respirar con suavidad. Mi intención con este texto es escribir hasta que pueda respirar y fluir con tranquilidad, fluir en perpetuo movimiento en busca de sentido. Prosigo.


Hoy específicamente me enfrento a la angustia y su característica asfixia. Constantemente me siento sólo en este proceso, y siento que mis fuerzas escasean, que el tiempo se agota, que los otros se desvanecen. Son tiempos duros y siento miedo frente al futuro. Si, siento incertidumbre, pero ha valido la pena arriesgarme como sujeto a ser acogido por otros porque soy igual de ser humano que las personas a las que atiendo y que yo mismo acojo como terapeuta, o que los amigos que me cuentan sus dramas y yo los acojo entre mis brazos. Me duele, me asusta, me desborda, lloro y me agoto; y necesito aceptarlo. Hoy he decidido volver a mi condición de humano y la sitúo, de una vez por todas y en acto de clara rebeldía con mis padres, por sobre mi condición de estudiante, de académico. Este es mi cierre, la decisión de aceptarme como humano, como sujeto, y dejarme ser con tranquilidad en el espacio terapéutico y en mi vida social.

Hoy hablé con dos personas a las que pude contarles algo de lo que sentía, un poco de la angustia y la desesperación que hoy estoy viviendo… y me sentí escuchado, me sentí acogido, me sentí abrazado. Ha sido esto lo que me ha dado ese pequeño aliento para poder sobrevenir a mi asfixia, lo que me ha permitido sobrevivir hasta entrada la noche. El dado de hoy es esa gota de pasión sincera que alimenta estos párrafos; ese es mi aliento de vida, esa es la compañía que convoco de un u otro modo cuando el miedo me asecha en la penumbra.

Se trata de una pasión que no puedo conceptualizar por fuera de griego πάθος (Páthos) porque le faltan palabras, porque sólo la siento en mi pecho, en la intensidad con al que escribo con los ojos cerrados, en el vértigo que me habita cuando me descargo en estas letras. Soy el hogar de algún tipo de esperanza, de enamoramiento, de suspiro encantado por las palabras de otro ser humano y por su escucha amable. Soy la añoranza de alguna compañía que haga menos doloroso este vagar errante.


Respiro. Este es mi polo a tierra, las pasiones más dolorosas y las más bellas esperanzas que confluyen en el mismo párrafo, en el mismo suspiro y que recorren la misma carne y desembocan en la misma tinta. La humanidad que me habita es inefable, y necesito recordarla cada vez para nunca olvidar que sigo vivo y que la persona con la que hablo también está viva. Por eso me apasiono por ser escuchado y por escuchar, ese es mi deseo.

Este cierre es la aceptación de que, tras 5 años de estudio, 2 años de pensamiento en la praxis y año y medio de prácticas, sé más, pero sigo siendo igual de humano que antes. Ser psicólogo no me hará infalible en cuanto sujeto y en la medida en que logre conservar eso, mi concepción de sujeto sin mayor o menor estrato que otro, podré ejercer la labor que he elegido por ahora de un modo que me satisfaga; pero más importante aún, podré actuar coherentemente con mi subjetividad, con mi humanidad… podré optar por la felicidad como mi propia postura ética personal. Si, por el contrario, el estudio de psicología sólo me ha hecho más sensible, más profundamente humano, me ha empujado a aceptar cómo me siento, a aceptar lo que aun me cuesta concebir de mi propia existencia y a hablar lo indecible de mi propia histo(e)ria.
  
Acepto que mi pasión es convivir con lo otro, con los otros y con lo demás, sabiendo que es doloroso para mí, sabiendo que es la gran fuente de intranquilidades y de sufrimiento en mi vida, confesando que me asusta, que gozo y reprimo, que ataco, lloro y sonrío, todo en el mismo suspiro.

Reconozco el vértigo cuando miro hacia el abismo que nos separa entre las miradas. Aun con el miedo que tengo, hoy me apasiona saltar al vacío, me desborda este aliento que habita, me emociona esta confianza de que habrá alguien que escuche también lo que yo tengo por decir, lo que adrede escondo entre estas letras embriagadas en una conversación apasionada que bastó para renovar el deseo de cerrar, de emprender un nuevo episodio de este viaje de escasos 23, de dar inicio a un nuevo capítulo tan necesario como el primero, tan vital como me es necesario.

Mi cierre es una reivindicación como sujeto: yo también tengo mis güevonadas y justamente eso es lo que me permite vincularme al otro, desear escucharlo y desear ser escuchado. Me aburre el exceso de mismidad y me encantaría que alguien leyera esto para poder hablar de lo que motiva. Por ahora, mi mayor sueño es una buena conversación… hacer un verso con voz(s).





*Introducción: Escrito la noche del domingo 02/11/2014 y madrugada del lunes 03/11/2014.
**Cierre: Psuché & Pathos: Escrito la noche del sábado 25/10/2014 y la madrugada del domingo 26/10/2014