A
mi modo de ver, “La interpretación y las ciencias del hombre”, que se trata de un
ensayo de Charles Taylor originalmente publicado en septiembre de 1971, es
tanto una contundente crítica a las
corrientes predominantes de las ciencias sociales y políticas junto a su modo
de aproximarse a los fenómenos de la vida del hombre, como una propuesta acerca
de qué enfoque podría ser más apropiado para abordar dichos fenómenos.
En
cuánto a la sección que me permito adjetivar como crítica –palabra que tomo en su sentido etimológico en cuanto se
refiere a la emisión de un juicio acerca de algo y el respectivo discernimiento
que ello implica–, Taylor hace un recuento magistral de la historia de la tradición
empirista, pasando por los empiristas lógicos y su particular manejo de los
datos brutos en aras de captar sin errores sus objetos de estudio para alcanzar
la certeza, hasta argumentar cómo las ciencias sociales y políticas
predominantes tienen su fundamento en esta tradición. A partir de esto,
desarrolla los motivos por los que, para él, toda aproximación hecha desde este marco
conceptual implicará dificultades considerables a la hora de captar y explicar
buena parte de los fenómenos sociales, como son la constitución de nuestra
civilización occidental como una civilización del trabajo (Taylor, 2005, págs. 184-185) y a su respectivo
derrumbe (págs. 190-191) . Así pues, con extraordinaria precisión,
describe:
Los
representantes de la corriente predominante de las ciencias sociales han optado
tan profundamente por la concepción empirista del conocimiento y la ciencia que
deben aceptar de manera inevitable el modelo de verificación de las ciencias
políticas y los principios categoriales que implica. A su vez, esto entraña la
exclusión de un estudio de nuestra
civilización en términos de sus significaciones intersubjetivas y comunes. Y
como consecuencia, todo este campo de la investigación se torna invisible (pág. 178) .
Partiendo
de esto, páginas más tarde, concluirá que “es necesario trascender los límites
de una ciencia basada en la verificación, en beneficio de una ciencia que
estudie las significaciones intersubjetivas y comunes inscriptas en la realidad
social” (págs. 191-192) . Taylor sostiene lo
anterior puesto que dichas corrientes tradicionales y hegemónicas no han logrado
explicar los eventos que ocurrían a la par de la construcción de su ensayo,
como el derrumbe de la civilización del trabajo y la negociación, sumado a que
son incapaces de reconocer la complejidad inter-relacional de las significaciones que constituyen
estos fenómenos puesto que el campo de estas no es únicamente el de las
significaciones subjetivo-individuales (campo en el que las ciencias de
orientación epistemológica empírica se han instalado), sino que coexisten con
significaciones intersubjetivas y comunes.
De
esta manera, dicha forma de ciencia termina por mutilar los fenómenos sociales y políticos para encajonarlos[1]–significantes
que introduzco porque a mi parecer son los más acertados para nombrar el efecto que
Taylor describe– en las categorías
que ofrece la correlación de variables en el manejo de datos brutos, como
señala que ocurre en la ciencia política comportamental (págs. 161-164) , o en las categorías
que propone la psicología individual bajo la consigna de enfermedad mental y, a
su vez, apoyada en los modelos computacionales que las ciencias empíricas
adoptaron durante siglo pasado. Cito:
Así,
la ciencia predominante tal vez se aventure en la zona explorada por las
hipótesis antes mencionadas, pero lo hará a su manera, forzando los datos
psicohistóricos de la identidad a entrar en el marco de una psicología
individual; en síntesis, reinterpretando como subjetivas todas las
significaciones. El resultado podría ser una teoría psicológica del desajuste
emocional, atribuido quizás a ciertos antecedentes familiares, como en las
teorías de la personalidad autoritaria de la escala F de California. Pero ya no
se trataría de una teoría política o social. Renunciaríamos así al intento de
entender el cambio de la realidad social en el nivel de sus significaciones
intersubjetivas constitutivas (pág. 191) .
Es
de esta manera como Taylor procede a introducir de forma concisa lo que será su
tesis para esta ocasión y que, de paso, me sirve de puente argumentativo para plantear
mi visión de que se trata de un ensayo tanto crítico como propositivo.
Puede
sostenerse, entonces, que las ciencias sociales predominantes se mantienen
dentro de ciertos límites debido a sus principios categoriales, enraizados en
la epistemología tradicional del empirismo; en segundo lugar, que esas
restricciones son una seria desventaja y nos impiden abordar importantes
problemas de nuestro tiempo que deberían ser objeto de las ciencias políticas.
Es necesario trascender los límites de una ciencia basada en la verificación,
en beneficio de una ciencia que estudie las significaciones intersubjetivas y
comunes inscriptas en la realidad social (págs. 191-192) .
¿Qué
propone entonces? Concretamente, la concepción de las ciencias del hombre como
ciencias hermenéuticas: “pero en contraste con la incapacidad de una ciencia
que se mantiene aferrada a las categorías aceptadas, una ciencia hermenéutica
del hombre que dé lugar al estudio de las significaciones intersubjetivas puede
al menos comenzar a explorar caminos fructíferos” (pág. 188) . Quiero hacer
énfasis en la expresión en contraste con
porque su propuesta se basa principalmente en hacer un contraste frente a la
incapacidad de las ciencias predominantes de captar, interpretar y explicar más
que en clave individual, identificando allí su problema y proponiendo su
alternativa en ese mismo punto, haciendo de este su cuartel: “mi principal
tesis es que sólo podemos abordar el fenómeno de derrumbe de una civilización
si tratamos de entender con mayor claridad y profundidad las significaciones
comunes e intersubjetivas de la sociedad en la cual hemos vivido hasta ahora” (pág. 190) .
Nos
delimita, de esta manera, el marco teórico en el que se moverá su ensayo al
poner de relieve, y en contraste con
el modelo científico predominante, la captación y estudio de las
significaciones comunes e intersubjetivas de la sociedad como necesarias para
abordar las problemáticas que de manera meticulosa se ha encargado de
describir; a su vez, propone una ciencia hermenéutica como la encargada de dar
lugar a dicho estudio a través de la interpretación. Siendo este el caso,
entonces, ¿qué y cómo plantea él que es una ciencia hermenéutica? Dirá entonces
que “(…) cualquier ciencia que pueda calificarse de «hermenéutica», incluso en
un sentido ampliado, deberá ocuparse de una u otra de las formas de
significación confusamente interrelacionadas” (pág. 144) ubicando a la
interpretación en un lugar privilegiado para el estudio de dichas
significaciones.
¿Pero
qué entiende por interpretación? “La interpretación, en el sentido relevante
para la hermenéutica, es un intento de aclarar, comprender un objeto de
estudio. (…) La interpretación apunta a sacar a la luz una coherencia o sentidos
subyacentes” (págs. 143-144) . A la par, caracterizará al objeto de
la interpretación de la siguiente manera “debe ser un texto o análogo a un
texto, que en cierto modo es confuso, incompleto, oscuro, aparentemente
contradictorio: de una u otra manera, poco claro” (págs.
143-144) ,
para luego listar las implicaciones que esto tiene en una ciencia hermenéutica
y su proceder:
Necesitamos,
en primer lugar, un objeto o campo de objetos sobre el cual podamos hablar en
términos de coherencia o incoherencia, sentido o sinsentido.
Segundo,
debemos estar en condiciones de hacer una distinción, aunque sea relativa,
entre el sentido o la coherencia atribuidos y su encarnación en un campo
específico de portadores o significantes. De lo contrario, la tarea de aclarar
lo fragmentario o confuso sería radicalmente imposible. No podría atribuirse
ningún sentido a esta idea.
(…)
por lo tanto, el objetivo de una ciencia de la interpretación debe poder
describirse en términos de sentido y sinsentido, coherencia e incoherencia, y
debe admitir una distinción entre la significación y su expresión (págs. 144-145) .
Acerca
de la tercera condición, la cual dice que también deberá satisfacer, dirá que “(…)
en un texto o el análogo de un texto, en cambio, tratamos de hacer explícita la
significación expresada, lo cual quiere decir expresada por o para un sujeto o
sujetos. El concepto de expresión nos remite al de sujeto” (pág. 145) y, en el párrafo
siguiente, concluirá sentenciando que “en consecuencia, el objeto de una
ciencia de la interpretación debe tener un sentido distinguible de su expresión,
para o por un sujeto” (pág. 145) .
Quiero
detener la reconstrucción del texto de Charles Taylor en este punto porque es
aquí donde aparecen, a mi juicio, varias de las cuestiones más problemáticas de
su planteamiento en el aspecto que consideré propositivo de su ensayo, pero
sólo me ocuparé de abordar una por cuestiones de tiempo y de espacio: se trata
de la tercera condición que debe satisfacer una ciencia hermenéutica, la
cuestión del sujeto. ¿Por qué? Porque en el texto se desarrollan con claridad
muchas de las nociones y conceptos que sostienen tanto las críticas como las propuestas pero, a mi juicio, no se desarrolla
con suficiente claridad la cuestión de qué es un sujeto. A continuación, traeré
lo referente a esta noción.
Al
desplegar el concepto de significación, páginas más adelante, lo articulará con
la noción de sujeto al proponer que “la significación es para un sujeto: no es
la significación de la situación in
vacuo, sino la que tiene para un sujeto, un sujeto específico, un grupo de
sujetos o quizá para el sujeto humano como tal (…)” (pág. 152) . Entre las formas de
significación, durante su explicación de la significación experiencial, también
afirmará que “la significación en este sentido –llamémosla experiencial– es
significación de algo para un sujeto en un campo” (pág. 153) ; cosa que,
conjuntamente, afirmará acerca del sentido durante una de las recapitulaciones
de las condiciones de la ciencia hermenéutica: “la tercera condición, a saber,
que el sentido debe ser para un sujeto (…)” (pág. 159) .
Finalmente, acercándose a la conclusión de su texto, nos dirá que en una ciencia hermenéutica el sujeto podría
ser una sociedad o una comunidad, además de que “las significaciones son
significaciones para un sujeto en uno o varios campos” (pág. 192) .
La
noción de sujeto que tenemos entonces en el marco conceptual del texto de
Taylor es, por lo menos en su fundamentación, aristotélica: estamos hablando de
un sujeto como eso a lo que se refieren el sentido, las expresiones y las
significaciones, en el sentido de que el sujeto es su punto de referencia: toda
expresión, significación o sentido es únicamente en alusión a un sujeto, sea
porque es dada por este o para este. Sin el sujeto al que se refieren, no tendrían
anclaje, luego no tienen más anclaje que el sujeto.
¿Qué
es un sujeto para Aristóteles? En La metafísica, nos dice con precisión que “el
sujeto, por su parte, es aquello de lo cual se dicen las demás cosas sin que
ello mismo (se diga), a su vez, de ninguna otra” (1994, pág.
224) .
Asimismo, nos ofrecerá abordajes similares de su concepto de sujeto en Acerca del
alma (1978, pág. 237) y en el Órganon, lo
que normalmente conocemos como Los tratados de lógica (1982, pág. 34) . En resumen, el
sujeto es de lo que se habla, a lo que se refieren los enunciados, pues es
acerca de él que predican.
Así
pues, es lícito afirmar que la noción de sujeto de Taylor está por lo menos
fundamentada, si no inscrita, en la de Aristóteles pues, en lo expuesto en su
ensayo, toda expresión, significación y el sentido remite a un sujeto –sea porque
es para o por este–, teniéndolo como único anclaje y punto de referencia.
Sin
embargo, el sujeto que Taylor elige para que la ciencia hermenéutica se ocupe de
él no es cualquier sujeto como el lapicero, las teclas de mi teclado o los
ratones que viven en el techo de mi oficina, sino que elige al hombre. Aclaro: sujeto y hombre no son lo mismo, y esto es algo
que se puede contrastar fácilmente con la caracterización que nos ofrece cuándo
afirma que el hombre es “un animal
que se interpreta a sí mismo” (pág. 158) ,
lo que lo llevará a constatar que “como hombres somos seres que se definen a sí
mismos y somos en parte lo que somos en virtud de las autodefiniciones que
hemos aceptado, cualquiera que sea la manera como hayamos llegado a ellas” (pág. 194) , y luego a concluir dos
páginas más tarde: “(…) el hombre es un animal que se define a sí mismo. Los
cambios en su autodefinición producen cambios en su naturaleza (…)” (Taylor,
2005, pág. 196) .
Esto
nos lleva a una dificultad y se trata de que el concepto aristotélico de sujeto
en el que se inscribe la noción de sujeto que Taylor propone no es compatible
con la caracterización de hombre que
él mismo nos ofrece para ocupar el lugar de dicho sujeto de una ciencia
hermenéutica, pues la excede. Este exceso ocurre en la medida en que, como dirá
Aristóteles, “ciertamente, el sujeto mismo no se hace cambiar a sí mismo (…), sino
que la causa del cambio es otra cosa” (Metafísica,
1994, págs. 82-83) ,
mientras que el hombre de Taylor “está
constituido en parte por la autointerpretación” (La libertad de los modernos, pág. 158) y por los cambios
que su autodefinición producen en sí. Parece que nos encontramos con un impasse aquí.
Una
ciencia hermenéutica no podría funcionar sin sujeto pues, como Taylor señala al
comienzo de su exposición, “sin él, sólo hay una elección arbitraria de
criterios de identidad y diferencia, la elección entre las diferentes formas de
coherencia que pueden identificarse en un patrón dado y entre los distintos
campos conceptuales en que es posible testimoniar su presencia” (pág. 145); así como la
distinción entre significación y expresión, “aún relativa, carecerá de todo
anclaje y será completamente arbitraria si no se refiere a un sujeto” (pág. 145) . Es entonces necesario
dar con alguna noción de sujeto diferente a la aristotélica para ofrecer un
asidero firme a su propuesta de ciencia hermenéutica.
Con
el objetivo de ofrecer una alternativa ante semejante impasse, me propongo retomar la obra de Michel Foucault en donde, a
mi juicio, hay un concepto de sujeto que se ajusta con mayor precisión a lo
planteado por Taylor tanto para los campos (sean de significaciones
experienciales, como de contrastes y semánticos), como para su caracterización
del hombre, y para el funcionamiento
de una ciencia hermenéutica. En El sujeto y el poder dirá que “hay dos
significados de la palabra sujeto: sometido a otro a través del control y la
dependencia, y sujeto atado a su propia identidad por la conciencia o el
conocimiento de sí mismo” (Foucault,
1988, pág. 7) ;
y en 1984, en La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad, afirmará:
Lo
que yo he querido mostrar es cómo el sujeto se constituía a sí mismo, en tal o
cuál forma determinada, como sujeto loco o sujeto sano, como sujeto delincuente
o como sujeto no delincuente, a través de un determinado número de prácticas
que eran juegos de verdad, prácticas de poder, etc (2000, pág.
267) .
Con
lo anterior basta para proponer, cuánto menos, una igualdad operativa entre la
caracterización de hombre para Taylor
y un concepto de sujeto que pueda contenerle sin dar lugar a un desborde o a
una inconsistencia. Sin embargo, las riquezas que esta actualización nos ofrece
no acaban ahí. Elaboraré un ejemplo de esto.
Charles
Taylor propone una distinción entre la ilusión y el error, el cuál podíamos
entender como una inexactitud, falsedad, desacierto o equivocación (MMIX,
Larousse, S.A., 2010, pág. 401) dado que, como
concepto, se ubica en el campo de ciencias empíricas tradicionales. Por su
parte, la ilusión en cuanto noción habitará en las ciencias hermenéuticas y la
describirá de la siguiente manera:
Hablamos
de «ilusión» cuando abordamos algo de mayor sustancia que el error, un error
que en cierto sentido construye una realidad falsificada propia. Pero los
errores de interpretación de la significación, que también son autodefiniciones
de quienes interpretan y por tanto dan forma a su vida, son en este sentido más
que errores: los sostienen ciertas prácticas que ellos constituyen (págs. 194-195) .
En
su texto, esta definición no tiene asidero más que en la caracterización del hombre en cuánto animal que se
autodefine. Si no se hiciera referencia a este último, no podríamos explicar, por
ejemplo, cómo un sujeto aristotélico es propenso a la ilusión dadas sus propias
interpretaciones de significaciones y las prácticas que estas constituyen, así
como esta auto-constitución del sujeto a través de las prácticas, la
interpretación y la ilusión, que le desbordaría una vez más perdiendo la
consistencia necesaria para esta noción y condicionando la existencia misma de
una ciencia hermenéutica.
En
cambio, pensar esta misma cuestión de la ilusión desde el concepto de sujeto
foucaultiano nos permitiría hacer uso del concepto de poder que se ajusta con
mayor precisión a lo descrito por Taylor como los efectos de la ilusión:
En
sí mismo, el ejercicio del poder no es una violencia a veces oculta; tampoco es
un consenso que, implícitamente, se prorroga. Es un conjunto de acciones sobre
acciones posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el
comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o
dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos probable; de manera extrema,
constriñe o prohíbe de modo absoluto; con todo, siempre es una manera de actuar
sobre un sujeto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que actúan o son
susceptibles de actuar. Un conjunto de acciones sobre otras acciones (Foucault,
1988, pág. 15) .
Partiendo
de aquí, se nos posibilita concebir los campos de significaciones
experienciales y campos de contrastes (Taylor, 2005, pág. 157) articulados y atravesados
directamente por las significaciones intersubjetivas y comunes dado que estas
habitarían como influencias, es decir, como juegos de poder, ya que se constituyen
como acciones y prácticas que recaen sobre sujetos actuantes, sobre el acto mismo de
interpretar.
Es
claro entonces que una concepción de sujeto foucaultiana nos ofrecería un
espectro de fenómenos más amplio para una ciencia hermenéutica, articulando sus
conceptos y nociones con las experiencias de manera más precisa e incluso menos
complicada en su retórica argumentativa, además de prevenir la inconsistencia y
el desborde de los conceptos y nociones en esta si se continúa por una línea aristotélica.
No obstante, realizar este cambio por el concepto de sujeto de Foucault
llevaría a reorganizar conceptualmente lo que se ha dicho hasta ahora de las
ciencias hermenéuticas de acuerdo a sus posibilidades y limitaciones
respectivas, pero ese no es mi papel el día de hoy.
Referencias
Aristóteles. (1978). Acerca del alma. Madrid,
España: Editorial Gredos.
Aristóteles. (1982). Tratados
de lógica [Órganon] (Vol. I). Madrid, España: Editorial Gredos.
Aristóteles. (1994). Metafísica.
Madrid, España: Editorial Gredos.
Foucault, M. (Jul.
- Sep. de 1988). El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología, 50(3), 3-20.
Foucault, M. (Octubre de
2000). La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad. Nombres:
Revista de filosofía, 10(15), 257-280.
MMIX, Larousse, S.A.
(2010). El pequeñlo Larousse ilustrado. Mexico D.F.: MMIX, Ediciones
Larousse, S.A. de C.V.
Taylor, C. (2005). La
libertad de los modernos. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.