domingo, 11 de octubre de 2015

Deseo: exsistencia y brújula

La emergencia de un deseo pacífico depende de lo apaciguado que uno esté con su propio deseoSin embargo, un deseo pacífico no es de ningún modo calmado o tranquilo: como todo deseo, se trata de un torrente incontrolable, radicalmente incontenible, que amenaza con llevarse todo lo que se oponga paso insaciable y arrasar con todo aquello que uno pudiera dar por sentado o fijo en la propia vida.

El modo en el que exsistimos como humanidad es en el deseo, como nómadas deseantes. Intentaré descomponer esta idea.


Lo primero será traer de nuevo la etimología de la palabra “Existencia”: (lat.) Exsistentia: Cualidad del ente (del ser que está) o agente de estar por fuera de lo fijo, es decir, de no estar fijado.

  • ex- (prefijo): hacia afuera, por fuera de.
  • Sistere: Tomar posición, estar fijo o fijado en un sitio.
  • -nt (sufijo): ente-agente
  • -ia (sufijo): cualidad

Como seres, digamos en sentido escueto pero preciso, en cuanto estamos en algún lugar también estamos siendo; esto abarca la función de la presencia de nuestro organismo. Sin embargo, es nuestro deseo lo que nos interpela todo el tiempo a movernos, a no estar perpetuamente anclados al mismo punto o las mismas personas, a dejar de estar aquí para comenzar a estar allá.

Para decirlo de otro modo, si bien no tenemos un anclaje permanente en el mundo, si contamos con un anclaje vitalicio en nuestro deseo. Es nuestro deseo lo que cuestiona, pone en duda y retira constantemente toda sujeción o fijación que podamos tener de manera temporal a elementos puntuales de nuestro mundo y nuestra vida, haciendo imposible la existencia incluso hipotética de un ser humano siempre “constante” –cosa que no es más que un adjetivo teórico con el que se nombra una magnitud física teórica o una variable matemática, describiendo de estas que no varían a través del tiempo–.

Además, aun estando anclados y sujetados a nuestro deseo, aquellas cosas que deseamos cambian constantemente y no existe algo que venga bien al deseo, no existe algo que le satisfaga y siempre estaremos en búsqueda de algo más. Así, nuestra exsistencia, de nuevo apelando a este malabarismo etimológico, encarna la ausencia de un punto o valor al que estemos perpetuamente fijados en nuestro mundo y que nos pudiera servir siempre de guía, norte o referente. No tenemos quién nos dé el visto bueno o malo acerca de nuestras vidas sin lugar a dudas. El vivir humano es un perpetuo descentramiento, es nomadismo.

Especialmente el deseo tiene la propiedad de complicar más el asunto de buscar certezas y triunfos en la vida, no sólo porque el deseo está en siempre transformándose en sus intensidades, variables y objetos, variando y multiplicándose incesantemente, impredeciblemente y a formas cada vez más inimaginable, sino también por su carácter estrictamente amoral. Para decirlo con claridad: uno desea lo que desea, no lo que quisiera racionalmente desear, ni lo que se supone debería desear de acuerdo al deseo de algún otro o a lo dictado culturalmente, ni lo bueno ni lo malo; uno desea lo que desea y punto, y seguramente mañana deseará otra cosa y la semana siguiente deseará algo totalmente distinto.

Se entiende entonces por qué San Agustín, en un acto de sabiduría extraordinaria, decide buscar a Dios dentro de sí como aquello que es íntimamente suyo, incluso más intimo que él mismo. No creo abusar de los conceptos si planteo que él buscaba a Dios como algo más propio de él que su propio “yo” en cuanto estructura psíquica, algo más esencial en sí incluso que su propia voluntad y su consciencia de sí, de manera que en el final de su proceso introspectivo sólo podría toparse con una cosa: con su deseo, aunque fuese un deseo de Dios y de iluminación. ¡Sí! En San Agustín el lugar de Dios es el lugar del deseo, de ahí la invención de la introspección y las características de sus planteamientos y discusiones en sus Confesiones, en los cuales notamos con claridad cómo describe los movimientos de su propio deseo en la búsqueda de Dios.

Traigo a San Agustín porque él hace de Dios, de su deseo, su único anclaje en su vida y en sus viajes, además de la escritura. Se movía de un lugar a otro, pero siempre llevaba consigo aquello que lo definía en todo momento como sujeto cuando hablaba con su Dios mientras exploraba las profundidades de su propia alma.

Recurriré a una figura que, a mi juicio, retrata a la perfección el funcionamiento del deseo: la brújula de Jack Sparrow en Los Piratas del Caribe. En “El cofre de la muerte” (Dead man’s chest, 2006) ocurre una conversación entre Elisabeth Swann interpretada por la actriz británica Keira Knightley, Jack Sparrow (Johnny Depp) y el –en ese momento– excomodoro James Norrington (Jack Davenport), en que Jack le explica acerca de su brújula a Elísabeth.

  • Elisabeth: – ¿Cómo lo encontraríamos?
  • Jack: – Con esto. Mi brújula. Es única.
  • Norrington: – “Única” en este caso significa “dañada”. [Sale de escena]
  • Jack: – Cierto. Esta brújula no apunta al norte.
  • Elísabeth: – ¿Hacia dónde apunta?
  • Jack: – Apunta a la cosa que más quieres en este mundo.

Jack, en la primera mitad de la película, se encontraba en una situación bastante penosa, sin saber cómo salir de sus apuros porque su brújula no podía guiarle. La Tía Dalma (Naomie Harris) le señala el motivo de esto: o Jack no sabía lo que quería, o sí lo sabía y no quería aceptarlo o reclamarlo para sí. También, a lo largo del filme, tanto en manos de Elísabeth como en manos de Jack pueden verse las consecuencias de depender de una brújula que cambia constantemente de “norte”, es decir, de objeto de deseo, aun en contra de la voluntad de su usuario, causando dificultades en el viaje hacia el Holandés Errante.

El deseo es, tanto en la brújula de Jack como para San Agustín, algo mucho más profundo que la propia voluntad o el “yo” psicológico puesto que es algo que no puede controlarse y dirigirse, sino que actúa con total autonomía, en las profundidades de uno mismo, más intimo que lo que uno pudiese reconocer como propio. Todo el tiempo apunta al  misterioso objeto que causa nuestro deseo, aun cuando este pueda variar o pueda parecer difuso, trazando líneas de perspectiva a lo largo y ancho de nuestra vida como si fuese un punto de fuga en el infinito. Siendo así, el “norte” de cada exsistencia humana está dado en relación distintos puntos y líneas de referencia que en vez de ser constantes, están sumergidas en un eterno devenir-otros, enmarcando el movimiento que el deseo implica en nosotros;  en consecuencia, el Sentido (“norte”) es una producción, así que ya no puede tomarse como un simple descubrimiento (similar a lo planteado por San Agustín) puesto que no viene dado sino que se construye, haciéndonos radicalmente actores y responsables de este.

Este deseo todo el tiempo nos señala, aun cuando prefiriéramos que no lo hiciera, aquello que más queremos, lo que añoramos aun sin darnos cuenta y, tarde o temprano, nos encontramos mirando a eso que deseamos y fantaseando sin percatarnos. Allí donde emerge el deseo, se despliega salvajemente la fantasía que ya hemos elaborado y al mismo tiempo producimos un sentido, haciendo del deseo un proceso de construcción de un conjunto mucho mayor que el mero objeto que aparentemente lo causa, pues se construye toda una escena, todo un paisaje, al desear. Nadie desea, por ejemplo, sólo una pareja y unos hijos como si estuvieran en el vacío, sino que fantasea toda la escena de la vida en familia.

La diferencia entre el Dios introspectivo de San Agustín y la brújula de Jack en cuanto deseo es que, en el caso de San Agustín, el deseo es un hallazgo, un descubrimiento que hace un santo dentro de sí, mientras que en el caso de la brújula el deseo es una producción de un sujeto y, por lo tanto, una producción del cual dicho sujeto es responsable.

Esto se puede ver con claridad a partir del momento en que Elisabeth comienza a usar la brújula de Jack en El “El cofre de la muerte” (Dead man’s chest, 2006), justo antes de abordar el Perla Negra. Su deseo es hallar a su amado William Turner (Orlando Bloom) que se encuentra captivo en el Holandés Errante, el barco de Davy Jones; de manera que si ella hubiera usado la brújula en este momento, esta hubiera apuntado hacia él directamente. Consciente de esto, Jack la dirige a desear algo ligeramente distinto: la dirige a salvarlo. ¿Y cómo salvar a William? Consiguiendo el cofre donde Davy Jones guardó su corazón aun latiente, para así tener poder sobre él y obligarlo a liberar a su amado. Ella entonces tiene que producir un deseo, construir una escena más compleja que la simple aproximación a aquello que causa su deseo (William) al añadir dos eslabones más a esa cadena: Primero tiene que conseguir el cofre de Davy Jones para, en segundo lugar, salvar a William y, sólo en tercer lugar, así poder reencontrarse con él. Traigo el diálogo a continuación:

  • Jack: – “Y lo que más quieres en este mundo es encontrar el cofre de Davy Jones, ¿no?
  • Elízabeth: –Para salvar a Will–
  • Jack: – Encontrando el cofre de Davy Jones

Elisabeth entonces tendrá que hacerse responsable de la producción de su deseo, es decir, de la elaboración de la escena del deseo (Cofre, salvación de William y así encontrarse con él)  y la construcción del sentido que dará sustento a esta escena (es necesario salvar a William y no sólo encontrarse con él) para ser dirigida efectivamente, por la brújula de Jack, a su objeto de deseo.

 
Piratas del Caribe: El Cofre de la muerte (2006).
La brújula de Jack siendo usada por Elisabeth Swann.

Tal y como la brújula de Jack, a veces nos parece que nuestra brújula (nuestro deseo) estuviera dañada porque no apunta al norte, a saber, no apunta hacia aquello que se ha designado culturalmente como norte o lo que nos han enseñado que debería ser el norte de nuestras vidas. Ejemplos de este norte cultural son las aspiraciones de dinero, fama, éxito, viajes, familia, etc. Pero el punto que intento ilustrar es justamente este: ¡Nuestra brújula no está diseñada para apuntar al norte! Tampoco está dañada porque no apunte hacia allá ¿Por qué? Porque la existencia humana no tiene un norte predeterminado, sólo tenemos el deseo que apunta aquí o allá, que nos guía desde la incertidumbre de nunca poder saber qué va a pasar, o si lo estamos haciendo bien o mal.

¿Se entiende ahora el motivo de nuestra falta de puntos fijos de referencia y de anclajes en nuestros mundos y nuestras vidas en general? El deseo apunta, nos empuja y ya, y cuando traicionamos nuestro deseo, entonces emerge la culpa y la vergüenza. La utilidad del deseo no es la misma que la de una brújula convencional; nuestra brújula, nuestro deseo está diseñado para construir nortes, producir sentidos, elaborar escenas y crear todo tipo de cosas que llevaran nuestra firma como deseantes. Nuestros deseos o nuestras producciones en general no se dan con independencia de nosotros, por el contrario: que se dan en la más íntima relación con su creador o productor, llevando siempre alguna innegable insignia de su autoría.

También hay que aclarar que no existe algo que todos los seres humanos deseen, cada uno busca algo diferente, así que no hay ni puede haber un norte unívoco e inequívoco para todos; sólo nos queda lo misterioso y cambiante de nuestra brújula deseante y constructora.

Resulta oportuno conocerse a sí mismo, develar algo del propio deseo para aprender a leer y dar sentido a las lecturas de la brújula de Jack que todos cargamos con nosotros, en el fondo de nosotros mismos y más íntimos que nuestra propia voluntad, para no tener que asumir que está rota o dañada por no apuntar al norte o a algún punto fijo en general.

En la vida no es el norte lo que estamos intentando hallar… en primer lugar, porque en serio no lo hay. En segundo lugar, porque la vida sería entonces como un juego muy fácil de ganar, aburrida, monótona, todos corriendo por la misma vía buscando la misma cosa; simplemente bastaría con un recetario metodológico para “triunfar” en el juego de la vida (fuera eso lo que pudiera ser). Si esa fuera toda nuestra búsqueda entonces francamente no tendría mucho sentido vivir, no habría que producir ningún sentido sino que ya estaría dado. Pero no, lo que cada uno desea es distinto, no es algo predeterminado y cambia con alguna frecuencia; cualquier persona puede desear literalmente cualquier cosa.

Como humanidad, lo que marca nuestra exsistencia, es decir, nuestra presencia y nuestro movimiento nomádico, es la producción del deseo. Es por esto que resultaría tarea imposible intentar pasar toda la vida deseando lo mismo, estando sólo en un lugar y siendo sólo una cosa… nuestro deseo siempre nos invitará a lugares más lejanos, a aguas más profundas, a nuevas aventuras, nuevos proyectos y nuevas creaciones. Habría que decir, de la mano de la gramática deleuziana, que se trata de la constante producción de un “Desear” que se repite diferente (porque no hay dos deseos iguales), construyendo y reconstruyendo su sentido, sus lógicas y las fantasías que se despliegan en este junto con la incidencia de las cosas “reales” y las categorías simbólico-culturales que puedan acompañarlo, constituyendo el conjunto de ese “Desear” específico. Lo anterior lo dejaré enunciado para mí, no lo explicaré…aun.

Finalmente, concluyo: Exsistimos nomádicos como máquinas deseantes, jamás podríamos erradicar el deseo de nosotros y el impulso con el que nos dota; somos actores, productores de nuestro deseo puesto en acto constructivo todo el tiempo, este es el impulso de vivir y sólo en relación con este podríamos formular un sentido de exsistir.





[Escrito: entre viernes 9 y domingo 11/10/2015]


NOTAS:

*Nota 1: Obviamente, después de pensar la falta vendría producir un deseo, alguno que fuera aunque sea un poco más que un mero efecto de aquella falta. Es evidente no soy estructuralista.

*Nota 2: Este texto me tomó bastante. Hacía tiempo, desde "Los Números Inip", no me sentía tan exprimido escribiendo algo, esto es como un estreñimiento. De verdad ha sido un esfuerzo monumental para mí a lo largo de esta semana pensar con total rigurosidad estos asuntos, pero finalmente pudo salir algún texto que diera alguna forma, aunque sea, a un bosquejo de "deseo" que pudiera ser algo más que la falta. Ha sido un reto, especialmente por mi formación, pero finalmente ha sido posible gestar esto... Me siento orgulloso y profundamente satisfecho con esta pequeña producción.

*Nota 3: Imagino que es evidente, pero igual lo aclararé: todo esto sigue siendo un efecto de lo que empezó hace ya tiempo en junio del año pasado, cuando decidí tomarme en serio la vida con la muerte de Sergio; los efectos de eso fueron y siguen siendo profundos. Sin embargo, especialmente estos últimos textos han sido las consecuencias directas y los cierres del proceso que comenzó a mediados de enero este año con esa ruptura, atravesando los meses hasta mayo, y embarcándome de nuevo en mi propio camino desde septiembre, una vez más sin nada qué perder... No podría explicar estos ires y venires de algún modo que no parecieran fríos, calculadores, incluso crueles o mezquinos, pero han sido todos radicalmente sinceros y oportunos, para mí han sido necesarios aun cuando supiera de antemano mis motivos y sospechara con alguna certeza sus destinos. Este ha sido el proceso de asumirme tal y como soy aun a todo costo, de asumir, entre otras cosas, mi propio deseo. Enfrentarme a mis ideales ha sido tan costoso y doloroso como liberador.

La producción de un texto acerca del deseo, en este caso, es también la producción de un deseo, un deseo que finalmente pude asumir de un modo amable, me atrevo a afirmar que se trata de una forma de desear novedosa para mí. Y bueno, lo que quiero decir es que estoy más que feliz con lo que soy. Aquí hay un punto de inflexión enorme y hermoso, he virado desde lo que alguna vez fue mi falta hacia mi propia forma de creación.

*Nota 4: El punto de inflexión, lo que pudo darle los toques finales a este texto, fue el sueño de hoy. Antes de dormirme escribía, y me pedí un consejo, una respuesta a la pregunta que siempre me aquejó. ¿Cómo ver el deseo en el amor? Ustedes saben cómo soy yo, me desperté con la respuesta, y lo mejor es que es sencilla: El amor es como jugar frisby, jajajaja, pero esa historia se las contaré otro día. Muchísimas gracias por leer :) , este texto, este proceso, esta construcción por fin terminó [11/10/2015 11:59pm].

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