Si uno se ocupara de leer la historia más a menudo, sería más sencillo rastrear la forma del estado moderno hasta sus inicios, sus primeros planteamientos y sus fundamentos. Cuando Nietzsche dice en La Gaya Ciencia su famoso "Dios ha muerto", lo hace de este modo: "¿No nos llega todavía ningún olor de la putrefacción divina? ¡También los dioses se pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre?"
No se refiere a la muerte de Dios como ser, sino como concepto. El movimiento histórico y cultural que inicia en la ilustración y encuentra su cima en la modernidad es el desplazamiento de Dios como centro de la visión-del-mundo occidental, es decir, como encarnación (transubstanciación B| ) del saber y del poder y, en remplazo, se ubican dos grandes potencias para tomar su lugar: La Ciencia (en mayúscula) como forma absoluta de saber, y el Estado (en mayúscula también) como forma absoluta de poder.
Pretelt tenía razón cuando señaló la distinción entre la ética y el derecho. Se podían igualar cuando la justicia era impartida por una entidad divina puesto que el judeo-cistianismo es una corriente religiosa con fundamentos éticos, pero ahora que el estado corre por cuenta propia y el Papa no tiene espada, ambos conceptos se han distanciado. Las formas jurídicas sirven para determinar y asignar la verdad e impartir alguna "justicia" de acuerdo a eso, para ordenar socialmente, nada más. Que sea ético o no, es otro cuento. Ese olor a podrido que emite la política a nivel mundial y que se huele tan fuertemente en la política colombiana no es más que una consecuencia a penas lógica del olor a podrido que Nietzsche señaló que emitía el cadáver divino; cuando Dios murió (cuando dejó de ser el centro de la vida humana en occidente), la ética y el poder se divorciaron. Si hay algún sujeto con poder que se comporte éticamente, entonces lo celebraré: es un milagro.
Día tras día el Estado también se muere, y no termina de morir. Quien quiera encarnar el poder para los otros siempre será un canalla, pero hay unos peores que otros. Que Santos, que Uribe, o que algún otro u otra (y que conste que no estoy mencionando a Parody) actúen como cínicos desgraciados no debería sorprendernos tanto, porque uno tiene que tener un rayón muy grande y profundo en la cabeza para querer gobernar a las demás personas a toda costa y sobrevivir a la carrera de ratas que es la escalera política. Después de jugar los Sims durante un día, es común buscar modos creativos para matar a los personajes... después de todo, es jugar a ser Dios (literalmente) y el poder no corrompe a las personas, sino que las hace mostrarse tal cual son.
No podemos olvidar que nuestra Colombia es producto de nuestros políticos, pero también somos productores de la clase política colombiana, productores de la guerra, la pobreza, la corrupción, y un largo etc... Les recuerdo que a ellos no los parió el vacío. Si estamos decepcionados del Estado, a mi parecer, eso debería llevarnos a revisarnos a nosotros mismos y no sólo a quejarnos y chismorrear de los dirigentes que hemos producido como país. La "muerte de dios" no es que haya políticos poco éticos, sino la pérdida de la dimensión ética de los habitantes de un país.
Lo quiero gritar: ¡¡ TENDRÍAMOS MEJORES DIRIGENTES SI, COMO PUEBLO, TUVIÉRAMOS LA AUTORIDAD MORAL PARA DECIRLE A NUESTROS GOBERNANTES QUE LO ESTÁN HACIENDO MAL !! Pero si usted es como yo y es capaz de cruzar la calle como peatón sin usar el puente peatonal ni esperar a que su semáforo esté en verde, si usted se cuela en una fila, si compra marigüanita en las plazas de vicio, si le saca un peso de más a alguien en el comercio diario, o si usted no es capaz de aceptar cuando se equivocó, o si es capaz de sobornar a un agente para que no lo perjudique o de hacerle un daño a otro sólo por envidia o por resentimiento, entonces estamos cagados desde un principio. Dios ha muerto en Colombia bajo nuestros cuchillos, machetes, motosierras, negligencias, mermeladas y disparos. Cada día somos asesinos de cualquier benevolencia que nos reste como país porque "el vivo vive del bobo", por la "malicia indígena" y cualquier otro eufemismo que sirva para justificar que una persona saque provecho de otra persona. La peste de Colombia somos los colombianos, los políticos son apenas un penoso síntoma.
[Escrito: jueves 30/04/2015]
RABIA.