domingo, 2 de julio de 2017

Responsabilidad subjetiva: ¿qué nos corresponde de lo que nos pasa?

*Contiene notas acerca de 13 Reasons Why [sin spoilers]

Para comenzar, quiero poner mis cartas sobre la mesa y contarles explícitamente que rechazo de manera radical todos los modos de violencia, abuso y acoso ejercidos en el marco de las relaciones sociales, señalando que no tienen razón de ser, que no deberían existir en general y que, para mí, son moralmente reprochables; queda abierta la discusión acerca del calificativo moral más apropiado para las agresiones en defensa propia, como el debate acerca del lugar de las fuerzas estatales en estas cuestiones, pero no es lo que me ocupa hoy. Tras dejar esto claro, aparece mi pregunta central para este texto: ¿qué responsabilidad[1] subjetiva tiene cada uno de los implicados en situación de violencia? Tanto la del victimario como de la víctima y de sus entornos, anotando que no estoy hablando de culpas, sino de las cosas que cada quién es responsable pues, en alguna medida, participa en la creación de dichas situaciones como dinámicas relacionales. Y, en particular quiero aproximarme a la cuestión de si –y especialmente en el suicidio– existen “víctimas” que construyen una vida que les sirve para hacerse daño a nivel emocional y físico.

Por ejemplo, dado el caso de una mujer heterosexual insegura que, en aras de ocultar, compensar y negar su propia inseguridad: 1) busca vincularse con hombres demasiado seguros de sí, tan exageradamente seguros que puedan llegar a ignorar las opiniones de los otros a tal punto en que abusen emocionalmente de quienes les rodean al objetivarlos; 2) y si esa misma mujer rechaza los vínculos con hombres no tan seguros pero tiernos, considerados y buenos para escuchar a la gente, pues le desesperan en la medida en que le sirven de espejo para recordar su propia inseguridad y vulnerabilidad – esas que ella preferiría que no existieran–; dada una persona así, ¿qué responsabilidad subjetiva tendría ella en verse envuelta reiteradamente en relaciones amorosas en que es objeto de abuso y maltrato emocional? ¿Qué responsabilidad tendría acerca de que en su círculo social cercano no habiten personas que se interesen por su bienestar o por su felicidad? No toda ni de manera exlusiva, pero si tiene responsabilidad allí en la cualidad y calidad de los vínculos que ha construido durante su vida. Ha sido ella quién ha elegido a unas personas para amar y conversar y a otras para apartar, como ha sido la que ha optado por relacionarse con su inseguridad  intentando hacerla desaparecer.

Doy otro ejemplo: si un hombre, en el esfuerzo de sentirse valioso en su propia existencia y para el mundo, dedica su vida a vincularse con personas conflictivas que se odian a sí mismas para intentar ayudarles, salvarles, arreglarlos y transformarlos en gente buena, feliz y exitosa, ¿qué responsabilidad tendría en los abusos y en el maltrato que pueda sentir que estas personas ejercen sobre él? Quién no está a gusto consigo mismo tiende a dañar a quienes les rodean y a dañarse aún más a sí mismos; de manera que este hombre, en su búsqueda mesiánica, estaría siendo –cuando menos– facilitador de su propio martirio.


Ahora sí, anotando que no spoilearé nada importante, procedo a lo que nos compete hoy: 13 Reasons Why no es una serie que podría recomendarle a cualquiera, entre otras cosas, porque se mueve intentando hacer equilibrio en la fina línea entre la objetividad de los hechos y la subjetividad del narrador que queda marcada con fuerza en el relato, nota a nota, cassette a cassette. Y fracasa en este intento. Menos mal fracasa.

¿En qué sentido lo digo? Ha habido infinidad de series y de libros que narran con objetividad experiencias similares a las que en esta serie se plasman, y bueno, los hechos puros, los datos fríos no hacen justicia al sufrimiento de las personas ni a la intensidad de las palabras sentidas; cualquiera que se dedique a escuchar a quienes les rodean puede dar fe de eso. Tener éxito en mantener el equilibrio entre lo objetivo de los hechos concretos y lo subjetivo de las percepciones y narrativas nos hubiera llevado a presenciar otra de esas quimeras que a veces transmiten en horario familiar, esas que intentan emular la vida real pero que nos dejan en la boca un sabor a refrito, a cursi y a sobreactuado…cosa que ocurre en muchas novelas, entre otras cosas, porque omiten los detalles duros y macabros, las marcas en la piel, los gestos de goce o entumecimiento en los rostros. La fuerza y la crueldad que acompaña a la vida que es de todo menos Políticamente Correcta.

13 Reasons Why fracasa brutalmente en mantener ese equilibrio y despliega una historia profundamente subjetiva, narrada de manera coherente, manteniendo con precisión los estilos y rasgos de personalidad en cada uno de los personajes que nos acompañan en esta pequeña travesía de 13 capítulos desplegando cuáles fueron los 13 motivos por los que Hannah, nuestra voz-en-off favorita y protagonista, se suicidó. SPOILER ALERT: Hannah se suicidó (así comienza la serie, relájense).

Hannah nos narra su historia contándonos “su verdad”, no “La Verdad”, de manera que como consumidor de esta serie es difícil discernir nuestra posición ética frente a lo que vemos y nos cuentan, tal como en la vida real. Nuestra narradora es una persona difícil, agresiva con la gente que se le acerca y en especial con ella misma, que aleja a las personas que le importan, que tiene una habilidad espectacular para rodearse de personas encantadoras pero dañinas, versada en escuchar a medias a los otros y entender –de todo lo que se le dice– sólo cosas que la juzgan y le hacen daño, a menudo aun donde no están. Es una persona que no se quiere ni un poquito, que confunde la popularidad con el amor propio y confunde el ego con la felicidad, que no sabe lo que quiere entonces busca que la gente le ordene, que siempre está esperando a que la gente le ruegue y le insista en vez de asumir sus propios gustos y deseos como suyos y bajo su responsabilidad, pues le huye a lo que desea porque la hace sentirse vulnerable y en falta, porque desear la hace saberse imperfecta. Si bien en el mundo desplegado por la serie existe gente dispuesta a hacer daño a otras personas, ella parece buscarlos certeramente uno tras otro, en filita india, así como termina por ahuyentar de manera sistemática a las personas que sólo quieren darle un poco de amor, porque el amor nos hace sentir vulnerables y ella, siendo como es, prefiere alejarse de su propia vulnerabilidad. Ustedes las conocen, mejor que yo, a las Hannahs que habitan en la vida de cada quién.

¡Esperen un momento por favor! Antes de acusarme de re-victimizar a esta crespa en particular, quiero decir que la percepción diagnóstica descriptiva que acabo de exponer la formé desde el capítulo 1 previo a cualquier situación de acoso o abuso en su historia, y la consolidé en el capítulo 2 (en la escena que se desarrolla en 2-27:46, en la parte de atrás del teatro donde trabaja con Clay) tras haber pasado el primer incidente de acoso escolar en su narrativa. Siguiendo la lógica que nos propone la serie, me queda claro que desde el principio Hannah vive su vida tomando actitudes y llevando a cabo acciones que atentan contra su bienestar emocional así como, también desde el comienzo de la serie, muestran cómo busca relacionarse con gente conflictiva y abusadora incluso en contra de las sugerencias de su amiga más cercana; todo esto desde antes de vivenciar las situaciones y de conocer a las personas a las que ella señala como culpables de su muerte. Lo anterior me dice no son los abusos y acosos lo que causan su modo tan violento de relacionarse consigo misma, sino que se trata de una mecánica relacional de ella, algo de lo cual sólo ella hubiera podido hacerse responsable y nadie más. Claro, el acoso lo empeora al resonar con esta mecánica, amplificándola, pero es un patrón con el que ella viene de entrada.


Mi interés, si bien es plantear la cuestión de cómo aproximarnos a las coordenadas de la responsabilidad subjetiva en las situaciones de violencia, acoso y abuso y maltrato al poner de relieve los detalles que la explicitan, no me lleva a dar una respuesta concreta acerca de esto. Este texto es más bien una provocación, una construcción que invita a leer y escuchar de una manera distinta las historias de las cuales somos testigos día a día y, antes de decir condescendientemente “ay, qué pesar que a ella siempre le salgan novios perros que la cambian por otras. Y como es de buena persona…”, nos preguntemos si no será ella que quién está buscando hombres engreídos para poseerlos y así alimentar su propio ego fracturado; o antes de dirigir nuestra agresividad contra los otros diciendo “qué frustración, ¡todas las mujeres son tan dramáticas!”, nos preguntemos si será que nosotros buscamos mujeres conflictivas para intentar arreglar sus desgracias, como si así, de manera especular, pudiéramos resolver nuestros propios problemas y sentirnos menos desgraciados con nuestra existencia. La posición de víctima, la de culpar exclusivamente a los otros por lo que me pasa, siempre ha sido muy cómoda, tanto como la de juez y verdugo que culpa a un tercero con exclusividad. Somos nuestro propio Otro.

El anterior razonamiento nos lleva a preguntarnos también por algunos “accidentes” (como en el final de la tercera temporada de Better Call Saul), y cuestionarnos acerca de si realmente fueron accidentes o si fueron situaciones causadas por el “accidentado” para hacerse daño, de manera consciente o inconsciente, cosa que nos llevaría a reflexionar acerca de si estos acontecimientos son más cercanos a un suicidio. Así que, antes de buscar contra quién dirigir la agresividad cuando acontece un accidente y decir que qué pesar, habría que pensar y preguntarnos si el accidentado no es un suicida encubierto; tal como antes de buscar culpables de un suicidio tendríamos que preguntarnos si el suicida mismo –en alguna medida– no fue también causante de las situaciones que lo llevaron a agredirse antes que aceptarse, a elegir morirse antes que arriesgarse a vivir. Ahí se los dejo.



[Escrito: martes 13/06/2017 y sábado 01/07/2017]


[1] “Responsabilidad” viene del latín. Se puede descomponer de la siguiente manera: Sufijo –idad­, que expresa cualidad; sufijo –bilis que nos habla de una capacidad o posibilidad, que es capaz de; y se forma a partir del supino (responsum) del verbo latino spondere, que es prometer, comprometerse con algo, obligarse a responder.