Llegué a la Fundación.
Este clima sigue siendo una bendición para mí, el frío me
hace bien, me calma. El silencio es necesario en la vida; en mi caso el
silencio es vital y la compañía del viento suave y frío es un punto de
equilibrio entre el contacto humano y la soledad. Alguna metáfora dirá en su
roce con mi piel, algún verso saldrá disparado de mi carne ante el roce
pacífico y cariñoso de los suspiros del mundo.
Con suavidad me dirijo al sentido. Poso mi mirada en el
cielo, mis brazos al aire. El leve sol tempranero calienta mis manos con ternura
y el viento no cesa, nunca cesa de
soplar. Me siento como la hoja de un árbol que se mece con tranquilidad en su
vuelo vitalicio: no hay nada qué pelear con el viento, pues él no busca pelea,
no parece gustar de la confrontación; sólo quiere recorrer los cielos con
suavidad, surcar el amplio firmamento. Él me lo susurró.
Mi cuerpo hace de noria ante su potente perseverancia, y
giro infinitamente, sobre aquel eje que reside en mi piel, recobrando energías
con su flujo helado, gestando letras a partir de su fortaleza cinética,
produciendo versos a partir de su tenue calor, haciendo música con el cantar de
sus labios invisibles que se liman con suavidad uno con otro para gestar el
suspiro de un enamorado que desea y recuerda con pasión.
El viento cantará lo que cada uno quiera que cante. Para
mí, canta la historia de esta humanidad, y de tantas otras que han habitado
todas y cada una de las realidades posibles en la subjetividad.
Creo en el cantar del viento, en su aliento de vida que
me dota de la fuerza de un soldado espartano para aferrarme a la existencia,
para enfrentarme a lo imposible en las Termópilas, para llamarme Vitalismo con
su aire, con un suspiro que tomo prestado para ser palabra; y soy palabra viva,
viento mío, porque me dotas de vida con tus suspiros, y con un suspiro decaeré,
pagaré mi deuda contigo una vez haya llegado el tiempo para hacer de mi alma
viento helado, viento que dará vida a algún otro loco que necesite viento para
escribir su vida, para vivir sus letras.
Entonces continuaré fluyendo hasta que no queden más
vidas que aquellas que habitamos en el viento helado como vida muerta, como la
Stýx que recorre el Hades tantas veces sean necesarias para hacer del
inframundo una gran ciénaga. Con la guía de algún Caronte amable, esta
corriente es para los vivos un vasto archipiélago cálido lleno de caricias
desde El Volador hasta San Félix. Será este roce desmedido entre cuerpos
desnudos el que exprese el amor que en nuestras almas siempre habitó, el amor
que aun en la hora de la parca Inexorable no pudo ser rescatado para la vida,
para los que aun hoy continuamos viviendo. Así, llegada Aísa, con ternura saludamos
a la vida que fluyó entre nuestros dedos como viento, entre los dedos de
nuestros abuelos años atrás. A sus labios calmados nos entregaremos, como
siempre hubiéramos hecho con los labios de ese viejo amor que nunca dejamos de
añorar… y habrá tormenta, y habrá paz.
Seremos la música que se escucha en las alturas, aquel
motor inmóvil que hace de las nubes un altar de plastilina, una almohada
cristalina de sueños de libertad. Cantaré la historia, la de todos y la mía, así como -sin pena ni gloria- pretendieron mis letras en vida, vacías de aire y
llenas de tinta. Danzaré entre los vivientes como mi cuerpo nunca me permitió y daré con mis dedos ese tacto amoroso que tanta falta le hace quienes escriben
su vida hasta desvanecerse en la tinta cuando no queda nada más por decir.
Quiero ser aire frío que le de fuerzas a otro idiota para
no quitarse la vida hoy, y convencerlo, con el mismo cantar que hoy fui
seducido, de unirse a la legión del viento vivo una vez de su carne se halle
partido. E incitarlo a vivir sus instantes con ámplio vitalismo, con dulce
erotismo, como una hoja que vuela propulsada por la ternura del viento, de la mano
con este Caronte que no cesa de llevarme a las alturas con sus corrientes
inmensas. Llegaré hasta donde desee llegar con la corriente a mi favor, hasta
que me canse de respirar, hasta que desee cantar.
Ya no tengo en mis hombros la historia de la humanidad,
no es Atlas mi nombre, más circulan con armonía en mis oídos sus dulces
cantares, en mis espaldas siento su potencia que me impulsa a caminar, y en mi
piel aquella ternura, el sincero cariño, que siempre me recuerda cómo amar.
Soy el viento helado que me dice que no todo el sol es
odioso, que me recuerda mi cuerpo y mi historia, que me da cuerda como a una
noria para nunca dejar de girar, para seguir caminando con suavidad y jamás
ceder lo que me queda de humanidad.
Soy las letras movidas por el viento que escapan de mis
hojas, que no alcanzo con mis manos, que se llevan mis dedos a volar con ellas.
Soy mis letras hechas con aliento de cada poeta que ha cantado los hervores de
la raza humana, soy la gran biblioteca de libros que cantan lo que nunca
dijeron los vivos, los que a cada momento dicen lo indecible sin remedio: Que
los muertos siguen vivos en este viento que nos abraza, que son amor leve que
pasa entre nuestros dedos y acaricia nuestra piel, que aquí se encuentran entre
nosotros, a nuestro lado, para recordarnos que hay que seguir andando, que hay
que seguir amando sin límite o reproche, que la vida es vida mientras exista
aire frío qué respirar, que enfríe la punta de mi nariz y nos acaricie hasta el
final.
Lo único infinito es el viento que nos acompaña en la
aguerrida campaña de seguir con vida otro instante para luego ceder al suspiro,
al canto hermoso que acompaña a los que sigan luchando después de nosotros.
Respiramos la vida misma, por eso no puedo ser algo más que vitalista.
*Nota: Ambas fotos son mías. Son en la fundación :)
*Nota 2: Estos son textos que no suelo compartir ni siquiera en los espacios más íntimos de mi vida. Soy consciente de lo volados y extraños que son, pero quizá son también algunos de los más sinceros, de los que no fabrico ni pienso en lo absoluto.Tan sólo salen.
Con el tiempo, he aprendido a dejarlos salir para hacer su tránsito más amable para mí y para el texto mismo. Este fue hermoso para mí... pude darle su espacio y salió con la más amable parsimonia, con tranquilidad de principio a fin y al terminar sentí que no había nada más por decir, que así, sin más ni menos, era ese texto. Y así es, con esas dos fotos que tomé en el mismo lugar el mismo día, así es el texto que sentí en mi interior justo antes de escribirlo... esto me ha hecho muy muy feliz.
[Escrito: miércoles 16/07/2014]