sábado, 19 de septiembre de 2015

Decantar un deseo y sobrevivir

Deseo cansón, intenso, recidivante, agotador. Me encuentro ante la pena y el impulso de desear una vez más, pero necesito frenar.

Deseo que arde y no deja dormir, deseo que consume mi carne en deseo de otro cuerpo, de otra voz, de otro tacto, de su sabor que sólo puedo fantasear, que nunca he podido probar y jamás probaré.

No puedo evitar que mi deseo emerja cuando la veo venir, cuando la veo irse, cuando me mira a los ojos, inocente porque no tiene idea de lo que ocurre en mí. Pregunta, por esos azares de la vida, cualquier tontería que aprovecho para espabilar y poder escapar del ensalmo de sus ojos, de esa mirada extraña, de sus palabras que por primera vez me resultaron interesantes y no sólo amargamente venenosas.

La ventaja es que hay deseos que nunca se podrán llevar a cabo y no corro el riesgo de lo contrario en este caso, así que puedo disfrutar de esta calidez nocturna que me quedó de semejante compañía, y de la fantasía de la mágica frase “ven a mi casa y pasa la noche conmigo, no te arrepentirás”.

Eso es mi deseo, deseé convivir con vos. No te engañaré: deseo comerte a besos hasta que no quede de ti más que un amasijo de sudor y nervios, carne despojada de toda voluntad, inundada en la falta de palabras de tu cara extasiada.

Este deseo me jode tanto como me hace feliz, como un secreto bien guardado que nunca te diré. Te comería a besos sólo para después escucharte hablar… porque, ¡maldita sea! Ayer, en el breve rato que nos encontramos, me dejaste con ganas de escucharte hablar, de compartir opiniones, de discutir acerca de estupideces, de delimitar delirios con conceptos y dejarlos seguir. Ayer me dejaste con ganas de hacerte mía y no siento frustración por esta imposibilidad; yo sé de antemano que no soy para ti, ni tú para mí.

Y sin embargo, serías vos uno de los errores más ricos que podría cometer en mi vida, incluso una de las parejas más angustiantes y desgastantes que me pueda imaginar, pero el deseo es deseo y no racionalidad.

¡Que te consuma el tiempo! Que te devoren las fieras carroñeras de mi memoría, que desaparezcas de mis recuerdos con la misma velocidad con que apareciste en mi fantasía, con el mismo ímpetu con el que vuelves una y otra vez. Que te agoten estas letras y se acabe esta algarabía. No todo deseo es realizable y vos sos muestra de eso, por eso te escribo desde el silencio, te dejo seguir tu camino como al agua de un nacimiento. No te retendré con mis manos o mis letras, ni siquiera te diré que me embelesas. Esta no es época de conquistas ni de relatos épicos, soy una voz que susurra con suavidad en el silencio.

Te comería a besos, te escucharía toda la noche, conversaría hasta que se agoten la tinta, las palabras y la paciencia, hasta que nos agotemos de conversar y finalmente, antes de que nazca el día, te comería una vez más.

Pero he resuelto atarme al mástil otra vez, te veré cuando te vea pero jamás me lanzaré a tu espera. Moriría, lo digo con tanta seguridad como puedo… pero ¡ah! ¿Cómo no deleitarme con tus palabras, cómo no desear tomarte entre mis manos, cómo no encantarme con tu presencia, tu coquetería, tu cuerpo, tu rostro y tu desinterés?

Mi cordura me protege, mis letras me decantan. Desear es una cosa y ceder al padecimiento es otra. Esta barca seguirá su curso y tú seguirás allí, para seducir a los viajeros perdidos en altamar.

Te escribiré cuando llegue a puerto. Lanzaré una botella de vidrio encorchada al mar y, con suerte, las mismas corrientes que me acercaron a ti la guiarán a tus manos, a tu pelo y a tus ojos. Una nota habitará por dentro y dirá: “Jamás te hubieras arrepentido... Sin embargo, sobreviví sin besarte. Ha sido un gusto encantarme contigo y sobrevivir. Hasta siempre.

Y una vez más, como siempre, como ayer, te veré y no sabrás que la tinta correrá sin compasión, que el deseo se agitará como el mar picado, que mi mente se desbordará de emoción y yo callaré, fiel a este destino que me quedó tatuado, coherente con este deseo que en mi piel hace ya tiempo se marcó.


Esto es decantar un deseo y sobrevivir. Sólo me ha quedado vomitarlo, porque ni siquiera quiero estar con vos.



[Escrito: domingo 13/09/2015]

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